martes, 9 de noviembre de 2010

El arte de prender el carbón de la parrilla

Creo que así como Rosa Montero escribió “Instrucciones para salvar al mundo”, alguien debería darse a la tarea de escribir un libro, guía práctica, o editar un folleto o un volante con “Instrucciones para prender el carbón de la parrilla”. A algunos les sonará a chiste, pero lograr que el carbón prenda es una de las cosas más difíciles que existe. Además, un par de horas intentando hacer que la cosa arranque sin éxito es, además de humillante, una situación que frustra a cualquiera. Bueno, al menos a mí. El domingo pasado fui protagonista de un monumental fracaso al intentar repetidas veces que el pedazo de carbón de m…prendiera, y nada. No lo logré. Hice conitos de papel periódico con aceite. Papelitos de carbón con aceite. Amontoné el carbón. Le pegué fuego directo. Cambié el carbón que se había mojado con el aceite por uno seco y nada. No lo conseguí. Fracaso total. Rotundo. Sonoro. No pude hacer que el bendito carbón hiciera el favor de prender, de ponerse rojo, de quemar, de asomar alguna candelita. Nada. No le dio la gana. No quiso ser mi amigo. Me declaró la guerra.

Como a las dos horas estábamos listos para salir a recorrer la ciudad en busca del carbón mágico ese “prende fácil” que, como todo en este país, escasea. Peor aún, contemplamos en serio la posibilidad de montar las salchichas, los chorizos y las morcillas en la parrillera eléctrica. Pero no. Desistimos. Los presentes, que esperaban con ansias su tradicional, clásica y venezolanísima choripanada, nos apabullaron con esa cara de decepción - digna del Magallanes cuando el Caracas lo aplasta en el último clásico de la temporada y se va directo a la Serie del Caribe- que pusieron al insinuárseles que no iba a oler a parrilla. Así que seguimos intentando y perdiéndole la batalla al carbón. Lo que no sabíamos en ese momento –con las franelas, la cabeza y el cuello empapados en sudor, las manos negras y la arrechera en plena ebullición- era que lo mejor estaba por venir.

De repente, así, como quien no quiere la cosa, una tía grande, y cuando digo grande quiero decir que tiene la edad que tendría mi abuela si estuviera viva, bajó al jardín y decidió que intentaría montar la parrilla. Claro, todos la vimos con cara de “ah, bueno, ok, dale, jaja” y alguno hasta pensó “sí Luis, ya está que la vas a prender. Qué crees, que somos idiotas, que no lo heos intentado todo. Sigue soñado”. Y sucedió lo que ninguno alcanzó a imaginar. Amontonó el carbón, le tiró tres bolitas de papel con aceite y ¡zas! Se hizo la luz. La vaina se comenzó a poner anaranjada. Comenzó a salir candelita. El carbón prendió. Mejor dicho: Tití prendió el carbón. Nos dejó a todos como unos soberanos pajúos. Torta en la cara. Nos demostró así, en treinta segundos, lo mucho que vale la experiencia. Nos sorprendió. Nos provocó una admiración de esa que hace que se te salga la baba. Todos quisimos ser ella en ese momento. Tomarnos fotos con ella. Conocer su secreto.

Yo hasta había pedido auxilio por el blackberry messenger “si alguien me puede enviar por esta vía una guía rápida de cómo prender el carbón se lo agradezco”. Pero nada. Mutis. Nadie respondió. Lo cierto es que la cosa prendió buenísimo. Comimos delicioso y nos estuvimos riendo toda la tarde, y toda la noche, con el cuento. Con el papelazo de no haber podido prender la parrilla y con la tremenda salvada que nos echó Tití. Recordamos muchísimo a mi hermano Eduardo, parrillero oficial de la casa y de la familia. Resuelve todo que se nos fue del país hace poco más de un mes. Y lo echamos en falta por partida doble. Porque no estuvo en el cumpleaños de Diana (mi hermana menor, que cumplía ese día 22 años y que inventó una choripanada sin comprar fósforos, ni aceite suficiente y sin preguntar siquiera si alguien sabía prender la parrilla) y porque no tuvimos quien prendiera los carbones en un santiamén. Lo cierto es que ya no está y tenemos que ver qué hacemos. O corremos o nos encaramamos. Por lo menos no nos quedamos sin comer, gracias a Tití.

Yo, por mi parte, decidí que esa vaina no me vuelve a pasar más nunca. Me voy a volver la experta más experta en prender parrillas. El terror del carbón me van a llamar de ahora en adelante. Ese papelazo más nunca, caballero. Quién dijo miedo. Sí, entendí el domingo que prender esa vaina es una arte, una ciencia, una cosa complicadísima y bien pelúa, pero puedo con eso y con todo lo que venga.

Por lo pronto, comparto con ustedes esta técnica que me envió una amiga por mensajito y que le agradezco, aunque me haya respondido cuando ya habíamos terminado de comer:

Hacer un cono con papel absorbente, colocarle carbón adentro, cerrarlo arriba y mojarlo en aceite. Antes tienes los carbones armados en forma de palitos de fogata en triángulo. Entonces una vez terminado el cono, lo metes en el medio (de los carbones) y lo prendes! y listo! Soplar con secador de pelo es súper práctico! Cuando se va consumiendo pones más carbón alrededor en la misma forma que al inicio.

Lo intentaré. Veremos si es tan facilito como suena. De no ser así, igualito encontraremos el modo y lo compartiremos por esta vía.

Mi primera carrera


El domingo participé en mi primera carrera 10K. Tenía tanto tiempo deseándolo. Tenía la impresión de que podría ser una gran experiencia, y lo fue. Estaba tan emocionada. Tan contenta. El sábado parecía una niñita chiquita justo el día antes de irse de viaje. Me costó quedarme dormida, estaba acelerada. Por fin llegó el día, me levanté tempranito, me vestí y salí. Llegué feliz. Comenzó la carrera y arranqué a trotar. Comencé a moverme entre pura gente que estaba tan contenta como yo. Pura gente amable, sonreída. Un montón de gente disfrutando lo mismo que disfrutaba yo. Gente que se paró un domingo antes de las siete de la mañana a vacilar. La pasé buenísimo. En total troté ocho kilómetros y medio y caminé uno y medio. Me fue chévere. Comprobé que el entrenamiento previo fue determinante. No me dio una vaina ni me sentí mal ni me dolió nada. Y eso que la gente inventa más vainas. Que si no comas esto o aquello antes de correr. No cenes no sé qué vaina la noche anterior. Cuidado y te descompensas. Si te tomas un red bull antes te puedes morir. Confieso que casi me asusté mientras retiraba el material el sábado. Me quedé pensando “será que esta vaina es peligrosa”. Nada que ver, ya yo venía caminando. Trotando. Entrenando, pues. Sí, entrenando. Sí, yo. Resulta que después de 31 años descubrí que disfruto muchísimo hacer ejercicio. Sudar. Eliminar toxinas. Liberar endorfinas. Es más estoy en un punto bastante fiebrúo.

Lo que sentí al cruzar la meta fue sencillamente indescriptible, algo tan bueno que dibujó de inmediato una enorme sonrisa en mi cara. Creo que en serio ha sido una de las experiencias más nota de mi vida. Superó mis expectativas. Hizo que pasara todo el día contenta. Agotada, pero feliz.

Ya me inscribí en otra que se realizará el próximo domingo. Los 10K los completé en 1:29:20 (lo que para mí es simplemente lo máximo, y eso que jamás le he parado mucho al tiempo sino a la distancia, claro, eso era antes, antes de conocer que hay una cosa que se llama TIEMPO CHIP) así que el reto del 14 de noviembre es mejorar ese tiempo. Esta vez serán 7K. Ya les contaré.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Vaciando la cabeza

Tengo tantas cosas en la cabeza. Tantos proyectos. Tantos asuntos a la vez. En primer lugar está la tesis, estoy trabajando con determinación, aunque no con la rigurosidad que debería. Por otro lado estoy fajada haciendo ejercicio. Eso sí es algo a lo que estoy dedicada con disciplina militar, porque además es algo que disfruto muchísimo, es todo un descubrimiento y no me lo quiero perder. Estoy impresionada de la resistencia que he ido construyendo. Empecé caminando y miraba a la gente trotar y pensaba “bueno, eso sí estoy segura que no lo haré nunca”, y resulta que ya voy trotando hasta 35 minutos. Eso ha sido todo un logro, una realización y además un increíble placer ¿quién lo diría?

A veces pienso, y me río sola, en que si hubiera descubierto los maravillosos poderes del ejercicio hace unos tres años, una parte de la historia de mi vida hubiera sido muy distinta. Pero la vida pasa cuando pasa y fue en este momento, punto. En el momento justo. Si en los últimos años las cosas no hubieran pasado tal y como sucedieron, seguramente no hubiera aprendido lo que aprendí, y no hubiera llegado a este punto en el que me siento tan bien. Porque esa es la verdad, me siento muy bien. En paz. Feliz. Llena de ganas, de metas, de objetivos claros. Claro que también hay días malos, no vivo una fantasía ni un mundo paralelo, pero como llegan se van y después no los recuerdo.

Estoy concentrada en el presente, en el futuro. Rompí con el pasado definitivamente, cerré lo que estaba abierto y hacía ruido y lo hice desde la tranquilidad y no desde el rencor. Me siento aliviada, liviana, renovada. Siento que puedo con todo. Que no hay que buscar respuestas que no llegarán nunca, ni esperar que la gente que no nos quiere nos quiera, ni que la que nos quiere nos quiera como nosotros queremos. Hay que disfrutar lo que tenemos y no sufrir por lo que no pasa, o por lo que perdimos o por aquello que no depende de nosotros. Todo es producto de nuestras decisiones. Ser feliz. Alcanzar nuestros objetivos. Ser exitosos. Conectarnos con lo bueno y renunciar a la que nos daña no depende de factores externos, ni de la suerte, ni del cosmos. Es una decisión. Nuestra vida es producto de nuestras decisiones.

Y ojo que no es un post sobre el pasado, es sobre lo mucho que disfruto mi presente. Sobre lo mucho que he trabajado para construirlo. Porque no llegué aquí por casualidad, me lo he sudado. Lo demás no importa.

lunes, 25 de octubre de 2010

La tesis

Tomé la decisión de terminar (o más bien empezar, o terminar de empezar) mi tesis de Maestría. En eso ando, pero pierdo tan fácil el impulso. Pasé dos semanas o más bien semana y media fajada, pero la semana pasada no hice nada y la fecha clave es 15 de diciembre. Tengo que “subirle dos” o tres o seis a las ganas, a la disciplina y a la determinación. Logro todo lo que me propongo, sé que puedo…pero me invade un desgano tan grande a veces.

Terminar esa tesis es algo que necesito a nivel personal, tengo que cerrar ese ciclo, continuar, nadie me lo pide ni me lo exige, nadie aparte de mí. Es algo en lo que pienso constantemente. Confieso que también me he paseado por la idea de dejar eso así, pero cuando pienso en la plata y el tiempo que invertí en ese postgrado, siento que me lo debo, que tengo que entregar ese requisito, agarrar mi título, quitarme ese peso de encima y sonreír. Sobre todo pesa en esa balanza el tiempo, los dos años yendo a la católica en la noche. Aquella noche tardísimo en la que salí volada del Centro Médico a la UCAB para no perder la nota de una exposición, de los dos diciembres reuniéndome y trabajando tanto. Invertí demasiado tiempo y esfuerzo. Hay que terminar esa tesis. He dicho.

martes, 21 de septiembre de 2010

Hermano

Siempre he sentido por ti una especial debilidad. Te quiero tanto. Contigo aprendí lo que significa la palabra hermano. Contigo entendí cuánto se puede amar a alguien y lo segura que me puedo sentir con alguien. Estos años han sido maravillosos y todo lo que hemos aprendido y experimentado juntos, esos golpes que también juntos hemos recibido y de los que nos hemos levantado tantas veces, esos secretos que sólo tu yo conocemos, esas risas, todo ese amor que nos hemos regalado es sólo nuestro. Hoy te veo a punto de empezar a vivir la vida en serio, te veo tan grande, tan hombre y repaso en mi memoria nuestra infancia, tus locuras, porque siempre has estado medio loco, te veo tan chiquito saltando en la cama, corriendo con un yeso por todos lados, como ibas y venías gordito y sudado, como eras de acuseto, cómo te aburrían a veces las clases de violín, sonriente, callado, trasquilado, flaco, deportista. Recuerdo cómo bailábamos cuando éramos más chamos, cómo te alcahueteé tu primera novia, lo cruel o lo patán que fuiste alguna vez conmigo, lo maravilloso que eres, el gran hermano que siempre has sido, cómo me cuidaste y cómo te dolió aquella vez en la que creíste que me perdías, cómo defiendes lo que quieres y tengo la certeza de que aunque te mudes de país, de ciudad o de planeta, nuestra familia y nuestro amor es indestructible. No hay tiempo ni distancia entre nosotros.

Sólo puedo pensar en todo lo bueno que te aguarda, en toda la dicha que aún no descorchas y en la felicidad que te espera juiciosa en tu nueva vida de casado.

Con amor,

Tu hermana mayor

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Esta ciudad

Estos días (muchos días a decir verdad) de descanso han sido muy provechosos. He dormido hasta que me ha provocado pararme de la cama; he puesto al día varias lecturas atrasadas; he tomado decisiones importantes –como terminar de una vez por todas mi tesis de maestría-; he puesto en orden ideas y sentimientos; me he reencontrado con el amor y lo he disfrutado a plenitud; me he reído todo lo que me hacía falta; he ido a la playa, y allí me he reencontrado con mi lugar y mi sonido favoritos; he escrito un poco; he escuchado música; he comido rico (aunque no demasiado y hasta me compré un peso, quién lo diría, no?); he conocido varios lugares nuevos; he caminado; he descubierto bares y restaurantes, heladerías, pastelerías, tiendas, parques, calles... en fin, que ha sido un verdadero descanso en el que me relajado como es debido, en el que me he tomado tiempo para mí y que además he aprovechado al máximo.

Creo que todo el mundo necesita parar un poco el trabajo y tomarse, cuando menos, una semana para descansar, para disfrutar, para flojear, para organizar ideas o asuntos pendientes, para examinar lo que está haciendo y si el modo en el que está viviendo lo hace feliz. Me gusta este lugar, me ha ido enamorando poco a poco, como se debe, con seducción y cortejo previo, sin prisa y sin presión. Si pudiera quedarme de una vez y definitivamente lo haría, pero las cosas no son ni se hacen así.

Me gusta esta ciudad, sobre todo, caminar por sus calles cuando cae la tarde. En una ciudad hay varias ciudades diferentes. Sus colores, su calidez, su paisaje, cambian según cambia el sol de posición. Es impresionante como al recorrer una ciudad al mediodía, o al hacerlo cuando empieza a ocultarse el sol, descubres dos lugares diferentes. Las luces de la ciudad le imprimen a los lugares notas, sabores, colores y vistas tan diferentes. Hasta huele diferente. Claro que el clima también varía y eso influye en la cara que muestra la ciudad, se nota -sobre todo- en la gente, gente que comienza a caminar, respirar, hablar y mirar de otro modo, gente que sonríe cuando la brisa le roza la cara, le despeina o le alza el vestido.

Sí, me encanta caminar y me encanta esta ciudad. Hay una sola cosa que no me gusta y es que aquí el mar no huele a mar. O, bueno, no huele igual que el mar de mis registros. Las olas rompen y suenan igual, los colores son maravillosos, la arena es completamente distinta –cuando no son piedras es arena negra, aunque eso no es tan grave porque se esfuerzan y en algunas playas hay arena verdadera traída del Sahara, pero no huele a mar, a sal, a salitre. Aunque tampoco es un mal de morirse, al menos por ahora.

martes, 31 de agosto de 2010

Punto de quiebre

No sé por qué. Tal vez no haya una razón especial, o haya muchas, lo cierto es que he estado pensando mucho en el tiempo. En lo rápido que pasa. En cómo se va sin que uno se dé cuenta. En que la vida no espera a nadie y que las mejores oportunidades se presentan sólo una vez. También he pensado lo poco que me importa la edad. Estoy por cumplir 31 y me siento tan bien, tan contenta. Los 30 me cayeron de maravilla, el tema de la vejez no me perturba en lo más mínimo, pero el tiempo sí. Todo lo que quiero hacer, decir y, sobre todo, lo que quiero escribir.

Mi vida, la vida de mi familia, la de mi núcleo más cercano está a punto de cambiar. Se acerca el fin de una etapa importante, de una era, de lo que fue nuestra vida hasta ahora. Ya no seremos cuatro en la casa. Mi hermano se muda, y no de ciudad ni de estado sino de país, y se casa. Se va, y con él momentos que no volverán, risas que no sonarán en conjunto, discusiones, celebraciones, llantos que ya no compartiremos. Lo que no se hizo, lo que no se dijo, se perdió. Ya no hay vuelta de hoja. Y resulta que no me había caído la locha hasta ahora. Ahora me estoy dando cuenta de la distancia. De lo que significa realmente lo que se aproxima. Y es raro. Son sentimientos encontrados. Felicidad, alegría, tristeza y nostalgia. No sé en realidad si porque ya es un hecho tangible que llegó el momento de soltar las amarras y que cada quien haga su vida y tome su camino o porque sé que ya nada volverá a ser como antes.

viernes, 13 de agosto de 2010

Te la calas, punto.

El lunes debía abordar un avión a las 7 y 15 de la noche. Apenas llegué al aeropuerto supe que eso sería imposible. Las más de trescientas personas que tenía por delante para chequearme, en el counter de la aerolínea, me dieron señales claras de que a esa hora todavía habría gente en esa cola. Así fue, a los pocos minutos la gente comentaba que el vuelo estaba reprogramado para las 11. A las 4 de la tarde me incorporé a la fila y a las 8 estaba entregando mi maleta. Luego a la otra cola, la de la planilla de inmigración y el "pago de la diferencia por el cambio de la unidad tributaria". Y de ahí a la "colita" para pagar la tasa aeroportuaria.

Finalmente entré. Esta vez la Guardia Nacional no me molestó, no hubo preguntas interminables, revisiones absurdas ni scanner. Supongo que los funcionarias estaban reventados a esa hora. Pasé tranquila la revisión de rutina del aeropuerto, inmigración y llegué a la Puerta 16. Otro caos, otra cola. Esta vez la gente se formaba para retirar el ticket de comida, ese que que según la ley o reglamento de aeronaútica civil deben entregar las aerolíneas cuando sus vuelos presentan más de dos horas de retraso. Esa fue la peor, tanto peo para un ticketcito de 45 mil bolos para comer en "El budare express", el peor lugar de comida de la feria del terminal internacional de Maiquetía. Una cagada. Malo, malazo, malísimo. Mal comida, agotada, arrecha y más harta que nunca del país, volví a la sala de espera de la Puerta 16. Por la hora no pude comprar ni una revista ni nada, todo estaba cerrado. Me incorporé de nuevo a la espera, al retraso. Y a las 12 de la noche a la cola para abordar el avión.

La gente estaba molida, ya los niños ni lloraban y eso que había un coñazo, ya nadie se quejaba, ya nadie tenía fuerzas. Todo el mundo entró, se sentó y a dormir. Lo único que se escuchaba reiteradamente era "Santa Bárbara ya no sirve para un carajo", "Santa Bárbbara se echó a perder", "Más nunca vuelo en esta mierda". Y es verdad, Santa Barbara Airlines es una soberana porquería. No te maltratan, es verdad. Te ofrecen el mejor servicio que pueden, pero no te dan explicaciones, se retrasan sin motivo aparente y sólo a punto de despegar el piloto dice, casi en un murmullo, "ofrecemos disculpas por el retraso".

Yo escogí ese vuelo por ser directo. Porque los vuelos con escala lo vuelven a uno mierda, pero resulta que esto fue peor. No sé si en el futuro vuele de nuevo con Santa Bárbara, si darle el beneficio de la duda porque es temporada o entender que es, simplemente, una aerolínea venezolana y no es más que el reflejo de lo vueltos mierda que estamos como venezolanos y como país.

jueves, 5 de agosto de 2010

Cumpleaños sin ti

Ayer fue el segundo cumpleaños que no celebramos. Hubieses cumplido 78 años. Hubiese sido una tarde feliz y familiar. Pensé mucho en ti, recé y, por supuesto, te llevé flores. Estás tan viva en mi corazón. Gracias por tanto amor. Por haber llenado mi vida de tantos recuerdos maravillosos. Pienso mucho en tus manos, sobre todo cuando me pongo tu anillo. Siempre pienso en ti, pero no desde el dolor sino desde el amor. Y sí, aunque sé que es sólo cuestión de tiempo, porque es lo único que nos separa, ayer estuve todo el día pensando en que ojalá un abrazo más fuera posible, sólo uno.

viernes, 2 de julio de 2010

Toda una experiencia

De vez en cuando me gusta ir al cine sola. Generalmente lo hago entre semana, y no es que lo haga demasiado, pero ayer lo hice. Tenía pendiente “Sex and the city 2” y en vista de que la amiga que me llamó hace algunas semanas para hacerme prometer que la veríamos juntas no dio más señales de vida, me escapé de un día movido y estresado para evitar que la quitaran de cartelera. Así que a las 3 y 30 de la tarde huí de la oficina con destino al Centro Comercial Tolón, cruzando los dedos para llegar a la función de las 4 y 40. Contra todo pronóstico llegué y luego de una cola gigantesca compré mi entrada y bajé a la sala “privé”, a la que nunca había ido y juro que nunca volveré.

La cosa arrancó mal. Había un gentío esperando con su entrada en la mano y desesperado por retirar su combo de cotufas (incluido en la entrada) y ni la sala ni la “caramelería” estaban abiertas. Diez para las cinco, cinco y nada. Algunos empezaron a decir que la función se había suspendido. Otros que a los de los de CINEX se les olvidó, pero lo cierto es que la sala seguía cerrada. Por fin como a las 5 y 10 una señora con cara de pocos amigos abrió la sala y a los reclamos sólo respondía “esto siempre pasa, es normal”. Uno vez adentro comenzó lo peor.

Creo que tenía mucho tiempo sin ir un jueves al cine a esa hora. Ahí estaba yo, con mis cotufas, mi refresco y mis almendras caramelizadas lista para ver mi película. La verdad poco me importó el retraso. La sala no me gustó, me pareció pequeña, apretujada, no sé. Me compré un sitio en la penúltima fila y pasaron muy pocos minutos para notar que la última estaba completamente ocupada por unas adolescentes descerebradas que, para rematar, creo que salían sin sus padres por primera vez. Empezaron con gritos y risas y actitudes absurdas en cuanto se sentaron. Reclamaban en tono de chanza “esto cuándo va a empezar, mi papá me viene a buscar y no voy a estar lista”. Otra dijo “me va a venir a buscar Armando”, y otra más idiota “Armando? Armando qué”. Y de pronto pasó algo que me dio mucha risa, casi no lo podía creer, una muchacha se disponía a salir de la sala y justo cuando pasaba frente a la pantalla, una de mis compañeras de sala le gritó desde la última fila “¡chama yo tengo esa falda, la compraste en ZARA, ¿verdad?!”. Y la que salía, que seguramente en ese momento consideró la idea de no regresar, le hizo un gesto asintiendo mientras un empleado de CINEX intentaba calmar a la audiencia y trataba de explicar que la función no arrancaba “porque el proyeccionista no ha llegado, pero ya viene”.

El hombre, finalmente, llegó. La película empezó y aunque había rayas extrañas en la pantalla la cosa se veía y se escuchaba bien. Pero a cada rato griticos y comentarios de las de atrás interrumpían la función. De pronto entraron unos amigos de ellas y la cosa se puso peor. No habían visto la serie ni la primera película, no conocían a los personajes ni la historia y estaban realmente aburridos. Yo intentaba concentrarme en la película o en las cotufas o en las almendras, y a ratos lo lograba. Pero algún “chamo, aquí uno se puede quitar los zapatos, ¿verdad?”, me interrumpía. Pero más que molestia o rabia de verdad me desconcertó que a esa edad las personas puedan ser tan tontas. Porque no daban risa sino pena. Si alguna de ellas hubiera sido mi hija, o mi hermana o mi prima, me hubiera sentido avergonzada. Si esa es la generación de relevo estamos jodidos.

Igual la pase bien conmigo, me encantó la película, bueno y la serie y la película anterior, pero ese es otro tema. Entendí por qué fue que dejé de ir a esas salas y ahora voy siempre al mismo lugar cuando voy al cine, pero esa no la estaban dando y no la quería ver quemada. Descubrí que ir a una función matinée es lo peor que le puede pasar a un ser humano y que seguramente la hubiera pasado mejor viendo “Toy Story 3” en una sala repleta de niños de cuatro años, seguramente mucho más inteligentes y divertidos.

jueves, 24 de junio de 2010

730 días. Dos años

Hoy se cumplieron dos años del peor día de mi vida. Del más triste. Del más temido. Del que no quería que llegara nunca. Del que me abrió esa gran herida en el corazón, en el alma. De ese que tantas veces imaginé y que fue peor de lo que pensé que podría ser. De ese que me robó tantas noches de sueño y que a veces creo se llevó todas mis lágrimas. Pero hoy no fue un día triste. Hoy no lloré. Hoy te recordé bonito, te llevé flores, cerré los ojos y te abracé. Hoy fue un día especial. Familiar. Tranquilo. Hoy el día fue igualito a ti. Hoy me di cuenta de que tengo mucho tiempo sin escuchar tu voz. De que el tiempo vuela. De que en 730 días cabe una vida, pero que rápido pasan.

martes, 22 de junio de 2010

El pasado

He estado pensando mucho en el pasado. En cómo nos quedamos enganchados con asuntos para los que simplemente no hay respuestas, con situaciones que no podemos ni podremos cambiar. Perdemos tanto tiempo pensando qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido diferentes, si hubieran comenzado o terminado de otro modo. Si hubiéramos hablado o hubiéramos callado. Y sucede que lo que pasó, pasó y no se puede cambiar. Las cosas, la relaciones, la vida tiene sus ciclos. Hay cosas que están destinadas a durar mucho tiempo, otras que nos dejan o nos quitan algo y se acaban, otras que nos marcan de por vida aunque hayan durado muy poco tiempo y otras que aunque nos acompañen toda la vida no significan nada para nosotros. Las relaciones se acaban. La vida se extingue. Y los sentimientos son los únicos que se quedan con nosotros. El tiempo todo lo pone en perspectiva. El rencor sólo le hace daño a quien lo siente y, francamente, creo que eso de “pagar con la misma moneda” es la afirmación más absurda del mundo.

Lucía

Anoche, después de seguir el programa español “Quiero cantar” por varias semanas y con mi favorita en el corazón, fue la final y Lucía ganó. Ganó y sentí que los otros participantes, el presentador y el público también habíamos ganado. Una niña tan pequeña (8 años) con una voz prodigiosa y una dulzura y humildad que son más grandes que ella, nos iluminó un poquito la vida a todos durante las últimas siete semanas. Lucía me conectó con emociones intensas, con deseos de ser mejor, con una ternura infantil que me conmovió hasta las lágrimas más de una vez. Y sentí su triunfo como mío.

Tengo ganas de decirle a todo el mundo que, si no la vio, que descargue sus actuaciones por internet. Que no se la pierdan. En verdad siento que haber descubierto ese programa me conectó con cosas súper positivas, pero sobre todo con sentimientos y emociones.

Ver a todos esos niños participar con determinación, ilusión, ganas de comerse el mundo y que no se asomara por ahí ni un rayito de envidia o tensión, sino admiración pura entre todos, me hace pensar que sí se puede. Que una vida, el mundo, el país…cualquier cosa, puede cambiar. Que podemos ser mejores, pero no mejores que los demás, sino como dice Rafa Nadal, mejor de lo que somos (o no somos).

Para ti es este post Lucía. Para felicitarte y celebrar contigo. Sé que en unos años vamos a saber de ti. Tienes el mundo por delante y estoy segura de que te lo vas a comer. Yo, por lo pronto, me quedo con esta maravillosa sensación que me regalaste y con la ilusión de que si algún día tengo una hija sea tan especial como tú.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Casi un cumpleaños

Hoy, hace un año, resolví darle un giro completo a mi vida. Después de mil intentos, de pensar que era una persona sin fuerza de voluntad, a punto de tirar la toalla, tomé una decisión que ha impactado positivamente todos los aspectos de mi vida. Decidí pelearme a muerte con el sobrepeso y ganarle la guerra que hace tantos años me declaró. Así que arranqué a correr una carrera, en la que ya llevo doce meses, y que me ha dado unos resultados extraordinarios. Comencé un estilo de vida nueva. O mejor dicho, una nueva vida.

En 365 días he perdido 30 kilos y en el camino he descubierto a una persona decidida, fuerte, tenaz, y con una fuerza de voluntad que me ha impresionado gratamente. Lo mejor de este proceso ha sido la seguridad que me ha brindado. Ahora sé que soy capaz de lograr todo lo que me proponga. Que no hay imposibles. Y que para alcanzar una meta, lo más importante es tenerla clara y ser constante.

Creo que este es uno de los logros más importantes de mi vida. Y no tiene que ver con nadie más que conmigo. La satisfacción personal es inmensa. Me siento orgullosa de los resultados. De no haber desmayado. De todo lo que he aprendido.

Como la voluntad, la paciencia es otra virtud que nunca fue mía hasta ahora. Y es otra de las grandes lecciones del último año (que por cierto no ha sido nada fácil, aunque quién dijo que la vida lo era?).

Así que ya saben cual es el secreto del éxito: determinación, voluntad y paciencia.

P.D.: Gracias infinitas al Dr. José Rafael Martins por enseñarme el camino, por demostrarme que la cosa no es dejar de comer sino hacerlo correctamente. Por cierto doc, ya le metí un pelo de ejercicios a la cosa. Voy camino a los 40.

martes, 18 de mayo de 2010

Días...y días

Hay días en lo que provoca mandarlo todo a la mierda. Días en los que sentimos que todo va mal. Días en los que no nos encontramos. En los que sentimos que perdimos el rumbo. Que no nos gusta nuestro trabajo. Días en los que nos parece que estamos viviendo una vida que no es la nuestra. Que hemos tomado las decisiones equivocadas. Es normal. No todo puede ser siempre un sol radiante. Lo importante es no quedarse pegado y regresar al camino. A los proyectos. A los afectos. Recuperar las ganas. En normal tener un mal día, pero no una mala vida.

Creo que entregarnos a las cosas que nos gustan es una de las claves. Bloquear las malas vibras. Hacer oídos sordos a la gente ponzoñosa que no hace nada con su vida, pero critica todo lo que hacen los demás. Y no perder la brújula. Aunque a veces nos salgamos un poco de la vía, si no perdemos de vista nuestros objetivo, nuestras metas, ese lugar claramente identificado al que queremos llegar, entonces siempre tendremos oxígeno y fuerzas para resistir los tropiezos. Para levantarnos, sacudirnos, y echarnos a andar de nuevo.

miércoles, 28 de abril de 2010

A lo hecho, pecho

Estos días me he sentido un poco rara. Y es que en las recientes elecciones primarias, celebradas por la oposición, aposté desde el principio por la candidatura de María Corina Machado y también tuve clarísimo, todo el tiempo, que no votaría por Ricardo Sánchez. A la primera la admiro por su trayectoria, por sus logros académicos, por su perseverancia y su entrega para defender la democracia venezolana y, por qué no decirlo, porque es mujer, una digna representante de la mujer venezolana. Al segundo lo respeto por su aporte al movimiento estudiantil, pero creo que la gente debe prepararse, estudiar y ganar experiencia en otros cargos antes de aspirar ser diputado de la Nación. Además, como ucevista, creo que desde la FCU hizo más por su proyecto político individual que por los estudiantes y no puedo confiar en que en la AN tendrá un comportamiento diferente. Además, tal vez por su juventud, se conduce con una arrogancia que quizá le queda bien a un estudiante irreverente pero no a un diputado. Así que desde que anunciaron que iban juntos en una misma fórmula algo en mi cambió, me sentí decepcionada, desencantada y hasta traicionada por la candidata en la que había depositado mi confianza y hasta le estaba haciendo campaña entre familia, conocidos y amigos. No entendí en ese momento, ni lo entiendo ahora, que la persona que punteaba en las encuestas se uniera con el que iba de último (que además era ese por el que yo estaba decidida a no votar). Pasaron los días y decidí optar por otro candidato. Así que el domingo voté por ese que quedó de segundo en la contienda. Pero ya no había emoción. Las elecciones se me convirtieron en una simple obligación. Pero creo que igual quería que ganara, sólo para que el otro perdiera.

Sin embargo, cuando anunciaron los resultados me alegré. Aunque no pude exteriorizarlo porque algo en mi se había apagado con respecto a ese tema. Pero, cuando escuché sus primeras declaraciones después de la victoria, y las que han venido después, comprendí que me había equivocado. Que me dejé llevar por el calor del momento y no por la razón.

He debido seguir lo que pensaba y lo que sentía. Me sabe mal este guayabo postelectoral, porque ganó la que yo en verdad quería pero a la que no le di mi voto. No termino de entender el arte de la negociación en política. No me gusta la política. Pero en el fondo me alegro de que haya ganado María Corina. Y el 26S cuenta con mi voto.

miércoles, 21 de abril de 2010

¿Despertar?

Hoy se respira un aire diferente en la UCV. Lentamente y poco a poco comienzan a alejarse los aromas de indefensión, de pasividad, de terror, de sometimiento. La comunidad universitaria comienza a entender que de uno en uno se va creando la multitud y que los esfuerzos individuales no son sólo necesarios, sino fundamentales. La suma de voluntades, de voces, de acciones nos convierte en una masa gigantesca, poderosa, indestructible para combatir a esos pocos de siempre que intentan imponer la violencia.

Lo que pasó hoy en el Aula Magna no fue sólo contundente, sino hermoso. La apertura del “Año Bicentenario Ucevista” quiso ser opacado por una notable minoría de estudiantes que a leguas se ve que no sólo están enfurecidos y enguerrillados con la Universidad, con la Rectora, con la “burguesía”, sino que están peleados con la vida, con el país y con ellos mismos. Un grupito pequeño que parece no entender que es posible vivir en libertad, en democracia y que la tolerancia existe aunque ellos no la conozcan, como siempre, quiso poner la nota discordante. Pero resulta que el resto del público asistente, un nutrido grupo de profesores, estudiantes, autoridades, empleados o público en general que simplemente quiere al país y está conectado con la UCV porque allí estudio, o estudió su hijo o ahí le hubiera gustado estudiar, pues no se la caló más y levantó su voz y defendió su cosa.

Fue especialmente conmovedor cuando, ya derrotado, el minúsculo grupete intentaba seguir molestando y gritando e insultando y la Orquesta Universitaria y el Orfeón comenzaron a entonar las notas del “Himno Universitario” y todos los que estábamos ahí los acompañamos.

Me alegro de haber estado ahí, de haber sido testigo del despertar y protagonista de la defensa de la Universidad en la que, lo digo con mucho orgullo, estudié y ahora trabajo.

Comenzó el principio del fin de la violencia, de los abusos caprichosos y de los ataques porque sí.

Viva la UCV libre, autónoma, democrática y plural.

sábado, 10 de abril de 2010

Carta a mi abuela

Esta es la carta que envié al concurso Cartas de amor de Mont Blanc. No quedé entre los finalistas, pero igual jugó un papel importante en mi proceso de "cierre del dolor". Fue algo así como el punto final de la desesperación. Un ejercicio muy positivo. No es lo primero que le escribo desde que partió y quizás la escribí más para mí que para el concurso, pero igual quiero compartirla con ustedes.


Al principio contaba los días. Y es que esos fueron los días más amargos de mi vida. En ese momento todo estaba peor, confuso y revuelto. Me sentía perdida y lloraba. Y pasaba noches en vela y veía fotos y compraba flores. Luego me fui de viaje, y la pasé bien, y los días estaban estupendos, mucho calor y un sol radiante, pero las noches eran otra cosa. Me faltaba el aliento y el sueño, y hasta la fuerza para respirar se me perdía a ratos. Cómo lloré en ese viaje. Lloré en Madrid. Mi llanto se fundió con el mar en Barcelona. Lloré mi vida entera. Recuerdo que en el avión, cuando volvía de Londres, las lágrimas me sorprendieron en cuanto despegamos y, aunque hice intentos vanos por no llamar la atención, una aeromoza se me acercó para averiguar qué me pasaba y me preguntó si podía hacer algo por mí y yo le dije que no, que tranquila, que gracias, que mi abuela acababa de morir y que no había nada que se pudiera hacer. Ella me miró, y en sus ojos descubrí que entendía perfectamente lo que eso significaba. Lloré tanto y por tanto tiempo. Tenía el alma desgarrada, el corazón destruido y más de una vez desee irme contigo. No sólo me dolía haber perdido un pedazo de mi vida, a la persona que más he querido, lo más duro fue despedirme de quien más me ha querido. Eso me sigue jodiendo tanto. Pero la vida pasa, todo pasa, el dolor se transforma, aunque nunca se extingue, no se va, te habita para siempre. Pero poco a poco fue regresando el aire y las ganas y la fuerza y ya la vida no duele tanto. Y aunque las noches siguen siendo terribles, a veces hasta consigo dormir. Ya respirar no me duele. Ya recordar no me duele. Ya no me reprocho nada, ya no me doy latigazos ni me recrimino cosas. Sé que te di todo lo que tenía para dar. No me quedaron cuentas pendientes contigo. Ahora hago un esfuerzo enorme por no olvidar tu olor ni tu voz ni tu risa. Pienso en ti siempre, todos los días. Hablo contigo, te cuento, te doy las gracias. Y uso a menudo tu anillo, ese que tanto querías darme y que fue tan difícil sacar de tu dedo. Qué bellas eran tus manos, María. Qué suaves tus caricias en mi pelo. Cada vez que algo va mal, cierro los ojos y te veo. Yo sé que estás ahí, aunque no pueda tocarte. Te siento cerquita aunque no pueda abrazarte. Siempre recuerdo aquella tarde de domingo, cuando estando en tu casa mi mamá, tú y yo, de pronto comenzamos a reírnos como dos niñas pequeñas (cómo te reías con mis vainas, y aunque odiabas que te “tomara el pelo” cómo nos divertíamos) y en un momento equis no sé cómo ni por qué, fue así, de pronto, tomaste mi mano, me miraste, me tocaste la cara y me pediste que te recordara así. Que no sufriera. Que el momento se acercaba. Que me quedara con esa imagen congelada. Que el amor era eso, y que nuestra historia estaba llena de amor. Así que me quedo con eso. Me quedo con mis viajes al pasado, me conformo con verte en mis sueños hasta que volvamos a encontrarnos.

Hasta entonces “mi abuela”,

M.

martes, 30 de marzo de 2010

Primavera

Todo va mucho mejor. La distancia pone las cosas en perspectiva. Se respira diferente, la energía es diferente y todo se ve mejor. Ya todo marcha de otro modo. Llegó la primavera y con ella la novación de espíritu y ganas. Aquí las cosas tampoco están muy buenas, claro que son problemas diferentes. Allá la violencia, la delincuencia, la paralización, el odio y la impunidad nos están destruyendo como sociedad. Es decir, nosotros mismos empeñados en acabar con lo que fuimos y algunos queremos seguir siendo. Aquí, una crisis feroz, más de cuatro millones de parados. Gente muriéndose de hambre. Una recesión económica muy fuerte. Factores externos. No unos contra otros.

Yo, de nuevo convencida de que las cosas van para mejor. Tocamos fondo y algo tiene que cambiar. Algo en nosotros tiene que cambiar.

La clave es el mar. Siempre me queda el mar y por eso siempre vuelvo a él.

jueves, 18 de marzo de 2010

Todos perdimos

Me siento fatal. Tengo un tristeza tan honda que me siento mal físicamente. He estado pensando mucho en el país, y es que ya no lo reconozco. No es el mismo de cuando era chiquita. No es el país que recuerdo. No huele igual. No sabe igual. No tiene los mismos colores. Me niego a aceptar que el odio y la violencia nos definan como sociedad hoy. Nunca he sido una persona violenta, jamás he entendido la violencia, no la justifico en ningún caso, siempre me ha descolocado. No puede ser que éste sea el mismo país en el que nací. Hasta dónde soportaremos la vida en estos términos. Cada vez estamos peor, cada vez perdemos más cosas. Hemos permitido que nos quiten hasta lo que nos definía como venezolanos. Nuestra idiosincrasia, esa que tanto nos llenaba de orgullo, y por las que nos reconocían en el mundo entero, todo parece indicar que fue expropiada. Desapareció el respeto, la tolerancia. Alguien se llevó todo lo bueno y nos dejó lo que no servía. Ahora por pura maldad queman a la gente viva, estrangulan a ancianos, roban, secuestran y pare usted de contar. Matar se ha convertido en el deporte favorito de algunos y ya nos acostumbramos. No hay libertad ni igualdad ni justicia y a nadie le importa. Quieren destruir, quemar, acabar con la UCV y no pasa nada. Ahí estudié, ahí trabajo. Ahí he tenido grandes alegrías y tristezas gigantescas. Esa ilustre Universidad ha sido depositaria del más profundo y genuino amor de gran parte de mi familia. Por ella, varios de mis afectos más grandes han echado el resto y darían su vida, estoy segura. La UCV ha sido el gran tema en las reuniones familiares desde que tengo memoria. Ha estado presente en mi vida desde antes de mí. Aprendí a amarla a través de los míos, parece que no había otra salida. Y hoy me toca ver como la atacan, la violentan, la patean y tengo el corazón arrugado. Y es que mientras más lo pienso, menos lo entiendo. No me cabe en la cabeza, y mucho menos en el corazón. Estoy de capa caída. Tengo en el alma y en el cuerpo un sabor tan amargo que todo me sabe mal. La cosa no está buena, pero vamos a salir de ésta. La violencia ganó esta vez, pero todos perdimos algo con esta victoria suya.

miércoles, 10 de marzo de 2010

"An Education": porque siempre tendremos una segunda oportunidad

Ayer vi "An Education" y la verdad salí contenta del cine. Tal vez porque de algún modo me sentí identificada con la protagonista, con lo que le tocó vivir. Y no porque haya abandonado nunca mi educación ni me haya enamorado a los 16 años de un señor de la edad de mi papá, sino porque sí he tomado malas decisiones y también creí en algún momento (bastante más joven que ahora aunque no tanto como la protagonista de la película) que me las sabía todas. Me he equivocado torpe y gravemente varias veces y he concedido importancia suprema a cosas y a personas que realmente no valían la pena y salí con el corazón roto y las ilusiones, la tranquilidad y la sonrisa bastante comprometidas. Y peor aún, he lastimado a otras personas en el camino. Pero cómo he aprendido con cada tropiezo, con cada error. He crecido y me he convertido en la persona que soy hoy, que cada vez se parece más a esa mujer que quiero ser. Porque yo no creo que el arrepentimiento sirva para nada, es decir, no se puede cambiar el pasado y lo hecho hecho está, pero siempre que nos pasa algo es porque algo tenemos que aprender. Claro que podemos desear que las cosas no se hubieran dado de un modo tal o cual, y pensar que si volviéramos a estar en la situación actuaríamos de un modo diferente, y lamentarlo y llorar y patalear, pero como siempre he dicho “hubiera” no existe. Ese es justamente el punto, aprender. Prestar atención a las señales, a las consecuencias, a las cosas que no queremos que se repitan. Lo bueno es que siempre tenemos otra oportunidad. No importa qué tan duro haya sido ni cuanto haya dolido, siempre podemos volver a empezar. Acordarme de eso fue lo que tanto me gustó de esa película.

jueves, 4 de marzo de 2010

Resultados

Desde que tomé la decisión de ponerle más atención a las cosas que me gustan, que me interesan, que más disfruto, todo parece ir mejor. El taller de novela corta ha sido una nota, estoy escribiendo muchísimo y, sobre todo, disciplinadamente. Me he metido de lleno en un mundo fascinante que antes contemplaba desde afuera. Le he metido teoría y orden a la cosa. He descubierto autores espléndidos. He conocido gente interesante y, además, siento que algo cambió en mí, como que se despertó algo, se abrieron nuevas inquietudes, tengo muchísimas ideas, y se siente de lo más bien. No sé, estoy más tranquila, me siento mejor. Estoy disfrutando mucho más todo lo que hago. Sobre el taller de fotografía digital también diría que fue positivo. Yo ya había hecho algún otro y también pasé por ahí en la universidad, pero esto fue diferente, la gente era estupenda y la pasamos increíble. De verdad que tomarme en serio las cosas que me apasionan me ha llevado a otro nivel. Estoy leyendo mucho más. Estoy haciendo muchas cosas nuevas y las estoy disfrutando todas. He vuelto al teatro. He vuelto a conectarme con una parte muy feliz de mi pasado. Con cosas que siempre valoré y que había abandonado. Creo que tiene que ver con tomarse la vida en serio y disfrutarla. El trabajo es parte de la vida, pero no puede ser LA vida. Estoy gozando este momento. Estoy motivada y no pienso desperdiciar el impulso. He tomado decisiones que había postergado, me he animado a hacer cosas que tenía pendientes. Diría que estoy en un buen momento, pero no porque el cosmos conspiró ni porque la suerte haya influido, es el resultado de acciones y decisiones. Estoy bien, y todo a mi alrededor marcha igual.

miércoles, 3 de marzo de 2010

...

Mientras más quiero escribir más cuenta me doy de lo mucho que me falta por leer.

Ahora es que me falta

En este momento de mi vida siento un afán desmedido por leer. Quiero leer todo lo que me pasa por delante. He empezado a recolectar varios libros que tengo por ahí pendientes. Me la paso pensando en las cosas que quiero leer y no he leído. Acabo de descubrir a dos autores que me parecen muy interesantes. Tampoco es que sea una cosa nueva para mí. Ni "oh, he descubierto una nueva pasión". Siempre he encontrado refugio en la lectura, desde que era pequeña y esperaba con ansias los días de "biblioteca" para tomar otro libro de "El club de los siete secretos" (creo que me los leí todos).O cuando llegaba de vuelta al colegio después de las vacaciones contando cuantos libros me había leído. Y después, un poco mayor, pedía a mis tíos libros como regalo de Navidad y mis primos no entendían cómo me podía gustar un regalo tan "aburrido". Y compraba y compraba y compraba libros. Tenía un poco abandonado ese hábito y me he reencontrado con el de forma maravillosa. Pero la cola es larguísima, me falta leer tanto. Me provoca leerme el mundo. Falta mucho por andar, pero ahí voy.

martes, 23 de febrero de 2010

Quién sabe

Nunca me he planteado tener un hijo. Nunca ha estado en mis planes, pero creo que si alguna vez tomara esa decisión más bien adoptaría. Hay tantos niños en el mundo desprovistos de afecto, de cuidados, de seguridad, de una cama, de un techo, de un lugar para resguardarse, de un plato de comida caliente, de un beso, de una caricia, de una carcajada compartida, de una palabra de aliento, de amor, de ternura, de afecto que yo no traería otro al mundo sino que más bien le daría todo eso a uno de esos pequeños sobrevivientes a los que la vida les ha puesto la cosa más difícil y les ha arrebatado, en muchos casos, la posibilidad de una infancia feliz, de alguien que los quiera y los proteja, de alguien que de la vida por ellos en lugar de maldecir la vida porque ellos llegaron. Nunca me lo he planteado, pero quién sabe.

viernes, 19 de febrero de 2010

Cómo vi a un hombre morir en una plaza

Aquí el ejercicio era "una persona cuenta cómo vio a alguien caer muerto en una plaza".

Hace más de diez años que no utilizo el transporte público de esta ciudad. En parte porque no me ha hecho falta y también porque como cada vez funciona peor, y los delincuentes lo azotan cada vez más, prefiero usar siempre mi carro. Y por mí, me hubiera ido en mi carro ese día, de no haber sido porque la camioneta del idiota de mi hermano me estaba trancando y el niño se había ido al Ávila y se llevó las llaves. Así que decidí caminar hasta la esquina, tomar un carrito por puesto y bajar hasta el metro. Total, me bajaba en Altamira y ahí mismo agarraba el Metrobús hasta el CCCT. Mala decisión, siempre voy a pensar que fue una mala decisión. Todo había salido bien, el vagón iba full y la señora que me tocó al lado olía a mierda, pero de resto todo iba bien y sólo fue una estación. Al terminar de subir los mil escalones llegué a la plaza y me encantó ver que la fuente estaba prendida. No sé por qué, pero las fuentes me encantan.

Había un señor a mi lado de aspecto bonachón y un poco bohemio que llevaba un simpático sombrerito puesto. Me preguntó si sabía dónde había una oficina de CANTV cerca porque necesitaba pagar el teléfono y yo le contesté que antes había una en el Centro Plaza, pero que la habían quitado así que iba al CCCT a la oficina que estaba siempre abierta, le expliqué la ruta y nos despedimos. Aunque no dejó de llamarme la atención que fuera para el mismo lugar que yo. Al comenzar a bajar sentí de pronto que me llamaban “joven, joven”, al ver que era el señor me devolví. Su mirada se quedó clavada en mí y cuando iba a decirme algo más se desplomó. Fue tan rápido que no entendía bien lo que pasaba, sólo atiné a dar un largo paso hacia atrás para que no cayera en mis pies. Cayó durísimo y se debe haber dado muy fuerte en la cabeza, pero no salió una gota de sangre ni saliva ni nada. Me pareció que estaba muerto, pero no tuve el coraje suficiente para comprobarlo. Así que me fui, bajé corriendo las escaleras y tomé de vuelta el metro rumbo a mi casa. Nunca sabré qué pasó ni si hubiera podido hacer más por él. Nunca dejaré de pensar que si hubiera sido mi abuelo me hubiera gustado que alguien lo ayudara.

El primer cumpleaños del hijo

Aquí va otra de las prácticas del taller de novela corta. La pauta era "una persona cuenta el primer cumpleaños de su hijo en un párrafo".

Nunca sentí que para ser una mujer completa debía ser madre. Los niños me encantan desde que tengo memoria, pero siempre supe que yo jamás pariría. Creo que hay demasiados enanos en el mundo carentes de afecto como para traer otros tantos en lugar de hacer algo por los primeros. Mi mamá siempre decía que si ella no hubiera podido tener hijos no cree que hubiera sido capaz de adoptar uno, porque tal vez nunca lo hubiera querido demasiado. Yo, en cambio, siempre supe que el amor nada tiene que ver con un tema consanguíneo. Creo que el amor se siente y ya. Yo amo a todos los niños del mundo. Yo amo a mi hijo Tomás desde el día que lo vi a través del vidrio en Fundana. Lo amó desde la primera vez que tocó mi cara. Desde la primera vez que babeo mi mano. Antes de amarlo lo amaba, porque sabía que lo amaría. Me bastó verlo para sentir que lo amaría para siempre. Desde que vivimos juntos somos más felices. Sé que se siente seguro. Sé que me mira contento cada vez que se despierta. Sé que se alegra cada vez que escucha que lo llamo. Y yo siento que el mundo se detiene cada vez que su risa inunda nuestro hogar. Hoy, que es su cumpleaños, no sólo celebro que está creciendo sano y feliz. Celebro que la vida nos juntara. Celebro que nos hayamos escogido. Celebro como se escucha decir “él es Tomás, mi hijo”.

jueves, 18 de febrero de 2010

La violencia es el arma de los que no tienen la razón

Estoy harta del país, pero sobre todo estoy harta de los actos vandálicos en la UCV. Estoy aburrida de que los violentos de siempre crean que pueden hacer lo que les da la gana sin sufrir nunca ninguna consecuencia. Lo de anoche me parece una acción totalmente despreciable. Atentar de esa forma tan cobarde contra el despacho de la Rectora de la UCV no sólo es un acto innoble, sino que es una muestra de todo lo que se ha perdido en el país. No se respeta a la gente ni a las instituciones. Los que no tienen la razón apelan por la violencia. En el último año he sido testigo e incluso víctima de los hacedores de violencia en el lugar donde estudié y donde hoy trabajo. He sido testigo de cómo se empeñan en destruir no sólo la Universidad sino también el museo que su sede representa, que es además Patrimonio Mundial de la Unesco. He sido testigo de cómo unos pocos, muy pocos, poquísimos, intentan instalar la violencia a través de actos criminales en un lugar en el que se respira pluralidad, democracia y paz. Y en el que la gente apostó, apuesta y apostará siempre por la razón, la tolerancia y el entendimiento como forma de vida y convivencia.

viernes, 5 de febrero de 2010

Aeropuerto

Esta es la segunda práctica, y creo que vale la pena aclarar que son ejercicios que nada tienen que ver con algún proyecto literario en particular.

Al terminar de subir escalera la vio. No podía dar crédito a esa imagen. Pensó que estaba atontada por tantas horas de vuelo. Que la estaba confundiendo con cualquier otro pasajero de los miles que habría a esa hora ahí. La última vez que había olido su pelo no tenía canas. Lo llevaba suelto, hasta la cintura. Era tan distinta entonces. Ahora estaba tan delgada y lo llevaba tan corto que de no haber sido por la sonrisa no la hubiera reconocido. Recordó el olor de su cuerpo, de su aliento. Había practicado tantas veces lo que le diría si volvía topársela un día cualquiera, que casi olvidó lo que quería decirle. Quiso llamarla tantas veces, escribirle, pero se contuvo tanto que pensaba que ya era un asunto olvidado. Parada allí, con la cajetilla de cigarros en la mano, y el corazón acelerado, Lucía no sabía qué hacer, qué decir. Se sintió tan abrumada que decidió seguir de largo. Apenas se dio vuelta escuchó que la llamaban.

- Lucía, Lucía espera.

Y no pudo alargar más aquel encuentro.

- ¡¿Ana?!
- Sí, pero es evidente que no te sentó nada bien.
- Claro, claro que me da gusto verte, es sólo que después de tanto tiempo…venir a encontrarnos así. Es raro. No me lo esperaba, es todo.
- Raro ha sido todo en los últimos años.
- Y ¿estás aquí de paso?
- Sí, voy a tomar un…
- Yo vivo en Vigo.
- Mmmm….
- Desde hace cinco años.
- Genial….
- Y tengo más de quince intentando…
- ¿Qué hora es?
- No he podido olvidar nuestra última conversación. No ha debido ser la última…
- Bueno podemos hablar ahora.
- Claro.
- Dime…
- Ha pasado tanto tiempo, Ana, tanto tiempo. Toda una vida, no? Y a pesar del tiempo y de los años, creo que te debo una explicación. Te mentí, yo…
- Perdona, Lucía. Debo atender esta llamada
- Claro.
- Me decías…
- Pensé en escribirte, en ir a tu casa…
- Pero no lo hiciste.
- No, por eso ahora quisiera…
- ¿Qué hora es?
- Faltan veinte para las seis…
- Perdona, deja que atienda esta llamada…
- Dale…
- Ana discúlpame, tengo que irme. Mariú lleva una hora tratando de pagar dos revistas y Lila, su hija pequeña, se está haciendo pipí, tengo que ir volando antes de que se haga encima.
- Bueno, creo que…
- Esa es la moda, hay que salir siempre con dos mudas porque se hace pipí
- Claro, tranquila.
- Lo siento. Será en otra oportunidad. En otro aeropuerto tal vez.
- Claro. Saludos a todos. Me encantó verte. De verdad me encantó verte.

Justo al terminar la despedida, Lucía escuchó que llamaban a los pasajeros del vuelo A2281 de Vueling, con destino a Marrakech, a abordar por la puerta 21. Y pensó que le hubiera encantado hacer ese viaje con Ana.

Aquel salón

Voy a ir publicando las prácticas del Taller de Novela Corta que estoy haciendo. Ésta fue la primera.


Al entrar pensé que me había equivocado de lugar. Eché un vistazo, hablé con otra persona que lucía desorientada y comprobé que estaba en el lugar correcto. En seguida apareció una jovencita que me indicó dónde quedaba el aula que buscaba. La puerta estaba abierta, así que pasé sin anunciarme. Después de los saludos de rigor sentí que el clima estaba perfecto. Quizá un poco frío, pero como llevaba abrigo no me incomodó. Sobraban demasiados pupitres. Alcancé a contar dieciséis para una audiencia que no alcanzaba llenar un tercio de las sillas. El beige y el azul de las paredes transmitían tranquilidad. La cartelera vacía fue lo que más llamó mi atención. Me sentía muy a gusto allí. Más de una vez pensé que la temperatura del aire acondicionado era ideal. El ruido de los carros que peleaban por pasar primero afuera era casi imperceptible. Había dos escritorios en el lugar, tal vez por eso el profesor no se sentó mientras duró la exposición. Tal vez no podía decidirse por alguno. Ya casi al salir descubrí un mueble equipado con un televisor, que se ocultaba a la espalda de una compañera. Sin duda aquel era un lugar particular. Al salir no pude evitar otra mirada curiosa a la cartelera vacía.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Alba People

Acabo de ver un video demasiado bueno, está hecho tipo videoclip y refleja la capacidad que tenemos los venezolanos de reírnos de nosotros mismos. De protestar hasta en chiste y de no sucumbir ante las más duras pruebas que nos ponga la vida o algún tiranillo tropical. Me gustó mucho, me hizo reír, pero me sorprendió mi propia actitud. No sé si esa es una manera de protestar o de burlarse. No sé ni siquiera si es correcto y si servirá de algo. Sólo sé que me di cuenta de que estamos peor de lo que pensamos porque igual lo vemos, tranquilazos y listo. En el fondo percibo una pasividad colectiva que está más bien orientada a "seguiremos sobreviviendo y esto durará hasta que se acabe. Nada es eterno."

Aquí está el link en el que pueden ver el video
http://www.youtube.com/watch?v=sTcR7qjhJJI&feature=player embedded

martes, 26 de enero de 2010

LEO LEO LEO LEO!

Hay gente que en estos días no hace más que decir que qué bolas tienen algunos de estar pendientes del béisbol mientras el país se cae a pedazos y tal, que el venezolano no quiere a su país y una sarta de pendejadas a las que no les paro ni media bola. A esa gente le digo que debería más bien ir alguna vez al estadio y ver cómo la gente se comporta, se relaciona, se emociona y vive el momento. Yo creo más bien que lo que pasa en el estadio (con algunas excepciones, como en todo) es lo que debería replicarse a escala nacional. Ver lo que sucede ahí entre caraquistas y magallaneros es una muestra de respeto, cordialidad y civismo que al parecer sólo se encuentra en ese lugar mágico en el que hasta se acabó la guachafita de estarle echando las cervezas encima a los demás y estar fumando y obligando al de la silla de l lado a calársela. No señor, puedes echarte tus palitos pero sin molestar al otro, sin mojarlo, sin bañarlo y por supuesto que puedes nebulizarte, pero en una zona destinada para eso. La pelota criolla saca lo mejor de los venezolanos. Es muy simpático ver a hermanos, primos, amigos, padres e hijos que van juntos al estadio y disfrutan el juego y gozan un puyero aunque cada quien tenga la camisa o la gorra o el vaso o tenga el corazón en el equipo contrario. Esa es la Venezuela que yo quiero. No quiero la que tengo ahorita ni tampoco la que me dicen que sería mejor, pero en la que se arrechan porque entre tanta vaina y tanto peo uno se sienta orgulloso de ser venezolano y de celebrar el deporte nacional. Esa no va. Y Caracas campeón no joda!

viernes, 22 de enero de 2010

¿Me estoy poniendo vieja?

He leído hasta la saciedad que debemos cuidar nuestra piel. Que debemos protegernos de la exposición solar y sobre todo que debemos hidratarla y humectarla. La verdad yo nunca he sido fanática de las cremas y hasta los veintitantos agarraba unas insolaciones espantosas y se me pelaba horrible. Mi abuela y mi tía siempre me repetían "niña eres demasiado blanca y eso no está bien, no sabes lo que haces, cuídate". Y yo "ajá". Sinceramente desde hace varios años soy súper cuidadosa cuando voy a la playa y me protejo muchísimo del sol. Aunque en mi vida diaria no le paraba mucho al asunto. Hablo en pasado porque hoy comencé algo que espero poder convertir en costumbre, rutina, hábito. Estrené esa crema para la cara que tanto quería y que mis hermanos me regalaron en diciembre y me coloqué crema humectante en todo el cuerpo. La verdad no fue para nada desagradable no me quedé empegostada ni tuve que esperar dos horas para vestirme. Me fue súper bien y hasta me gustó. Algunos dicen que ya no soy ninguna carajita y que tengo que pararle bolas a esas cosas, otros que es imperativo cuidar la piel por las arrugas y tal. Yo creo que no es cuestión de edad ni nada obligado. Pienso que a cada quien le llega el momento de hacer las cosas. La vida te lo enseña, el cuerpo te lo pide o simplemente tomas la decisión. Yo no sé, a mi me ha dado por pensar que así como cuidamos nuestra alimentación, algunos tratamos de reducir el consumo de grasas y carbohidratos, y nos cuidamos las uñas, el pelo, los codos y los talones por qué no pararle bolas también al órgano más grande que tenemos. Ojalá me dure y no sea sólo una fiebre. Ya les contaré.

miércoles, 20 de enero de 2010

Se va, de nuevo

Me viene una temporada diferente a lo que ha sido mi vida en los últimos tiempos. Una época que será a ratos triste, pero que también estará colmada de sueños, metas, ilusiones, planes y proyectos. Sobre todo de una distancia enorme, de una separación obligada y de mucho tiempo para mí. Creo firmemente que siempre lo que pasa es lo mejor. Que hay pruebas que tenemos que superar para ser mejores o más fuertes o menos complicados. Que las despedidas no deben ser tan tristes porque no hay nada mejor que los reencuentros, y que uno se siente muy bien cuando sabe que alguien lo está esperando y lo está extrañando y lo está pensando con la misma fuerza a miles de kilómetros. Por eso he decidido que no me voy a echar a morir. Que voy a gozar lo que hago y no sólo trabajar. Que voy a terminar mi tesis de Maestría. Que voy a disfrutar más a mis amigos. Que voy a leer más. Que voy a cuadrar una cita con esa profesora de técnica vocal que me han recomendado tanto. Que voy a inscribirme en cuanto taller de narrativa encuentre (mañana empiezo el primero). Que voy a hacer ese otro curso de fotografía que estoy persiguiendo desde el año pasado. Que voy a escribir más. Que voy a dudar menos. Que voy a llegar más temprano a la oficina. Que voy a participar en ese concurso que me interesa desde hace tanto tiempo. Que voy a pelear por lo que quiero. Que no voy a olvidar mis sueños. Que igual te voy a extrañar.

lunes, 18 de enero de 2010

Tiempo de reflexión

Mi vida está por cambiar. Estoy en un momento de toma de decisiones importante. Estoy haciendo un análisis de todo lo que he hecho, de lo que estoy haciendo y de lo que quiero hacer. En algunos ámbitos me siento satisfecha, pero en otros no del todo, en otros me siento estancada. Siento que por hacer lo que debo, por pensar tanto las cosas, por aprovechar algunas oportunidades e incluso disfrutar el momento he dejado de lado intereses y proyectos de esos que de verdad nos alimentan como ser humanos y nos hacen parecernos más a eso que soñamos ser. Siento que he dejado de lado las cosas que me apasionan. Que he dejado de perseguir mis sueños. De soñar no, pero de actuar en consecuencia sí. Y no se trata del país, de la política, del Gobierno, no. Se trata de algo mucho más complejo. Se trata de postergar acciones, decisiones e ilusiones. Se trata de decisiones personales que siempre terminan pasándonos factura.

Ahora tengo que tomar una decisión que debo meditar bien, porque tomarla con el corazón o con el estómago parece no ser lo más correcto (como en casi todos los casos). Pero en realidad lo que me provoca es dejarlo todo, salir corriendo (a la mayor velocidad que pueda) e ir tras mi destino, mi mayor sueño. Ir tras el resumen de todos mis anhelos.

miércoles, 13 de enero de 2010

...

La verdad es que soy una persona bastante optimista. Veo el vaso medio lleno en lugar de medio vacío. Aunque esté nublado siempre apuesto por que saldrá el sol. Me río de mí misma constantemente, tal vez para no llorar, y aunque el alma esté destruida trato de no perder la sonrisa. Pero, francamente, en los últimos días se me ha vuelto muy difícil seguir creyendo, mantener la apuesta alta, se me ha vuelto todo un reto el optimismo. Aunque tengo mil razones para pensar que la cosa va por buen camino, el racionamiento de luz, agua, y pare usted de contar, pero sobre todo de voluntades y cerebros me está haciendo perder la fe.

Y es que cómo ver la luz al final del túnel, así facilito, cuando anoche, vía telefónica y por el canal de "todos los venezolanos" escucho al presidente (me ahorro la mayúscula porque no se la merece) diciendo muerto de la risa que le sabe a casabe lo que diga cualquier escuálido (a los que ellos ahora llaman pluscuálidos, vaya a saber Dios por qué), le da plin cualquier análisis serio de la situación del país y de la ineficiencia de los funcionarios porque, finalmente, la oposición no es más que un "tarrito de pupú", una "compota de pupú". Y en ese momento todos mis argumentos en su contra se quedaron congelados por segundos y pensé que definitivamente va importando poco el tipo de cambio, o el cambio del tipo, porque tenemos los gobernantes que nos merecemos, porque somos un pobre y triste pueblo que se acostumbró a que le escupan la cara, le metan el dedo en el culo y todavía le pidan que dé las gracias.

lunes, 11 de enero de 2010

No todo está perdido

Ay! El año pasado fue tan remalo que uno tenía tooooodas las esperanzas en éste que comienza. Pero este país es tan insólito, tan sui géneris que cuando uno cree que ya la cosa no podría ponerse más negra, porque ya está color de hormiga, vienen y te dicen que si antes pelabas bola ahora no se sabe que irás a pelar porque esto se lo llevó quien lo trajo. Tu dinero vale hoy menos de lo que valía hace tres días y aún no se sabe cuál será el impacto real de las locuras que anunció el que te conté hace menos de 72 horas.

Sin embargo, yo he decidido que no me voy a mortificar ni amargar ni desgastar por las consecuencias que todo esto pueda traer, no voy a permitir que mi vida ni mi estado de ánimo se rijan por medidas económicas ni políticas ni anuncios descabellados, yo voy a seguir haciendo mi parte. Voy a seguir trabajando y controlando todas aquellas cosas que dependan de mí sin sufrir por aquellas de las que no me puedo ocupar porque dependen de otros.

Voy a seguir disfrutando de las cosas que me gusta hacer, de las personas con las que me gusta estar, de las risas que me encanta escuchar, de los miles de libros que quiero leer y de todas esas cosas que me encantan y que harían la lista interminable.

Y es que el sábado, en el circo, Oscar (7) y Rodrigo (3...en un mes 4) me demostraron que la vida es demasiado hermosa aunque tenga sus momentos, épocas y hasta décadas malas. Al escuchar sus voces, sus carcajadas y ver sus caras de alegría, de optimismo, de esperanza me di cuenta de que no todo está perdido. Que el futuro nos espera y que esta mala racha va a terminar.

Cómo no estar segura de que todo va para mejor cuando, camino al carro, mi peque querido me mira a los ojos, me agarra la cara y me dice "eres mi amiga del mundo" y me abraza con todas sus fuerzas. Imposible.

En ese momento supe que siempre llega la calma después de la tormenta, que todo pasa y que nada es eterno...sólo el amor.