miércoles, 28 de abril de 2010

A lo hecho, pecho

Estos días me he sentido un poco rara. Y es que en las recientes elecciones primarias, celebradas por la oposición, aposté desde el principio por la candidatura de María Corina Machado y también tuve clarísimo, todo el tiempo, que no votaría por Ricardo Sánchez. A la primera la admiro por su trayectoria, por sus logros académicos, por su perseverancia y su entrega para defender la democracia venezolana y, por qué no decirlo, porque es mujer, una digna representante de la mujer venezolana. Al segundo lo respeto por su aporte al movimiento estudiantil, pero creo que la gente debe prepararse, estudiar y ganar experiencia en otros cargos antes de aspirar ser diputado de la Nación. Además, como ucevista, creo que desde la FCU hizo más por su proyecto político individual que por los estudiantes y no puedo confiar en que en la AN tendrá un comportamiento diferente. Además, tal vez por su juventud, se conduce con una arrogancia que quizá le queda bien a un estudiante irreverente pero no a un diputado. Así que desde que anunciaron que iban juntos en una misma fórmula algo en mi cambió, me sentí decepcionada, desencantada y hasta traicionada por la candidata en la que había depositado mi confianza y hasta le estaba haciendo campaña entre familia, conocidos y amigos. No entendí en ese momento, ni lo entiendo ahora, que la persona que punteaba en las encuestas se uniera con el que iba de último (que además era ese por el que yo estaba decidida a no votar). Pasaron los días y decidí optar por otro candidato. Así que el domingo voté por ese que quedó de segundo en la contienda. Pero ya no había emoción. Las elecciones se me convirtieron en una simple obligación. Pero creo que igual quería que ganara, sólo para que el otro perdiera.

Sin embargo, cuando anunciaron los resultados me alegré. Aunque no pude exteriorizarlo porque algo en mi se había apagado con respecto a ese tema. Pero, cuando escuché sus primeras declaraciones después de la victoria, y las que han venido después, comprendí que me había equivocado. Que me dejé llevar por el calor del momento y no por la razón.

He debido seguir lo que pensaba y lo que sentía. Me sabe mal este guayabo postelectoral, porque ganó la que yo en verdad quería pero a la que no le di mi voto. No termino de entender el arte de la negociación en política. No me gusta la política. Pero en el fondo me alegro de que haya ganado María Corina. Y el 26S cuenta con mi voto.

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