miércoles, 3 de noviembre de 2010

Vaciando la cabeza

Tengo tantas cosas en la cabeza. Tantos proyectos. Tantos asuntos a la vez. En primer lugar está la tesis, estoy trabajando con determinación, aunque no con la rigurosidad que debería. Por otro lado estoy fajada haciendo ejercicio. Eso sí es algo a lo que estoy dedicada con disciplina militar, porque además es algo que disfruto muchísimo, es todo un descubrimiento y no me lo quiero perder. Estoy impresionada de la resistencia que he ido construyendo. Empecé caminando y miraba a la gente trotar y pensaba “bueno, eso sí estoy segura que no lo haré nunca”, y resulta que ya voy trotando hasta 35 minutos. Eso ha sido todo un logro, una realización y además un increíble placer ¿quién lo diría?

A veces pienso, y me río sola, en que si hubiera descubierto los maravillosos poderes del ejercicio hace unos tres años, una parte de la historia de mi vida hubiera sido muy distinta. Pero la vida pasa cuando pasa y fue en este momento, punto. En el momento justo. Si en los últimos años las cosas no hubieran pasado tal y como sucedieron, seguramente no hubiera aprendido lo que aprendí, y no hubiera llegado a este punto en el que me siento tan bien. Porque esa es la verdad, me siento muy bien. En paz. Feliz. Llena de ganas, de metas, de objetivos claros. Claro que también hay días malos, no vivo una fantasía ni un mundo paralelo, pero como llegan se van y después no los recuerdo.

Estoy concentrada en el presente, en el futuro. Rompí con el pasado definitivamente, cerré lo que estaba abierto y hacía ruido y lo hice desde la tranquilidad y no desde el rencor. Me siento aliviada, liviana, renovada. Siento que puedo con todo. Que no hay que buscar respuestas que no llegarán nunca, ni esperar que la gente que no nos quiere nos quiera, ni que la que nos quiere nos quiera como nosotros queremos. Hay que disfrutar lo que tenemos y no sufrir por lo que no pasa, o por lo que perdimos o por aquello que no depende de nosotros. Todo es producto de nuestras decisiones. Ser feliz. Alcanzar nuestros objetivos. Ser exitosos. Conectarnos con lo bueno y renunciar a la que nos daña no depende de factores externos, ni de la suerte, ni del cosmos. Es una decisión. Nuestra vida es producto de nuestras decisiones.

Y ojo que no es un post sobre el pasado, es sobre lo mucho que disfruto mi presente. Sobre lo mucho que he trabajado para construirlo. Porque no llegué aquí por casualidad, me lo he sudado. Lo demás no importa.

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