viernes, 19 de febrero de 2010

Cómo vi a un hombre morir en una plaza

Aquí el ejercicio era "una persona cuenta cómo vio a alguien caer muerto en una plaza".

Hace más de diez años que no utilizo el transporte público de esta ciudad. En parte porque no me ha hecho falta y también porque como cada vez funciona peor, y los delincuentes lo azotan cada vez más, prefiero usar siempre mi carro. Y por mí, me hubiera ido en mi carro ese día, de no haber sido porque la camioneta del idiota de mi hermano me estaba trancando y el niño se había ido al Ávila y se llevó las llaves. Así que decidí caminar hasta la esquina, tomar un carrito por puesto y bajar hasta el metro. Total, me bajaba en Altamira y ahí mismo agarraba el Metrobús hasta el CCCT. Mala decisión, siempre voy a pensar que fue una mala decisión. Todo había salido bien, el vagón iba full y la señora que me tocó al lado olía a mierda, pero de resto todo iba bien y sólo fue una estación. Al terminar de subir los mil escalones llegué a la plaza y me encantó ver que la fuente estaba prendida. No sé por qué, pero las fuentes me encantan.

Había un señor a mi lado de aspecto bonachón y un poco bohemio que llevaba un simpático sombrerito puesto. Me preguntó si sabía dónde había una oficina de CANTV cerca porque necesitaba pagar el teléfono y yo le contesté que antes había una en el Centro Plaza, pero que la habían quitado así que iba al CCCT a la oficina que estaba siempre abierta, le expliqué la ruta y nos despedimos. Aunque no dejó de llamarme la atención que fuera para el mismo lugar que yo. Al comenzar a bajar sentí de pronto que me llamaban “joven, joven”, al ver que era el señor me devolví. Su mirada se quedó clavada en mí y cuando iba a decirme algo más se desplomó. Fue tan rápido que no entendía bien lo que pasaba, sólo atiné a dar un largo paso hacia atrás para que no cayera en mis pies. Cayó durísimo y se debe haber dado muy fuerte en la cabeza, pero no salió una gota de sangre ni saliva ni nada. Me pareció que estaba muerto, pero no tuve el coraje suficiente para comprobarlo. Así que me fui, bajé corriendo las escaleras y tomé de vuelta el metro rumbo a mi casa. Nunca sabré qué pasó ni si hubiera podido hacer más por él. Nunca dejaré de pensar que si hubiera sido mi abuelo me hubiera gustado que alguien lo ayudara.

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