martes, 23 de febrero de 2010

Quién sabe

Nunca me he planteado tener un hijo. Nunca ha estado en mis planes, pero creo que si alguna vez tomara esa decisión más bien adoptaría. Hay tantos niños en el mundo desprovistos de afecto, de cuidados, de seguridad, de una cama, de un techo, de un lugar para resguardarse, de un plato de comida caliente, de un beso, de una caricia, de una carcajada compartida, de una palabra de aliento, de amor, de ternura, de afecto que yo no traería otro al mundo sino que más bien le daría todo eso a uno de esos pequeños sobrevivientes a los que la vida les ha puesto la cosa más difícil y les ha arrebatado, en muchos casos, la posibilidad de una infancia feliz, de alguien que los quiera y los proteja, de alguien que de la vida por ellos en lugar de maldecir la vida porque ellos llegaron. Nunca me lo he planteado, pero quién sabe.

viernes, 19 de febrero de 2010

Cómo vi a un hombre morir en una plaza

Aquí el ejercicio era "una persona cuenta cómo vio a alguien caer muerto en una plaza".

Hace más de diez años que no utilizo el transporte público de esta ciudad. En parte porque no me ha hecho falta y también porque como cada vez funciona peor, y los delincuentes lo azotan cada vez más, prefiero usar siempre mi carro. Y por mí, me hubiera ido en mi carro ese día, de no haber sido porque la camioneta del idiota de mi hermano me estaba trancando y el niño se había ido al Ávila y se llevó las llaves. Así que decidí caminar hasta la esquina, tomar un carrito por puesto y bajar hasta el metro. Total, me bajaba en Altamira y ahí mismo agarraba el Metrobús hasta el CCCT. Mala decisión, siempre voy a pensar que fue una mala decisión. Todo había salido bien, el vagón iba full y la señora que me tocó al lado olía a mierda, pero de resto todo iba bien y sólo fue una estación. Al terminar de subir los mil escalones llegué a la plaza y me encantó ver que la fuente estaba prendida. No sé por qué, pero las fuentes me encantan.

Había un señor a mi lado de aspecto bonachón y un poco bohemio que llevaba un simpático sombrerito puesto. Me preguntó si sabía dónde había una oficina de CANTV cerca porque necesitaba pagar el teléfono y yo le contesté que antes había una en el Centro Plaza, pero que la habían quitado así que iba al CCCT a la oficina que estaba siempre abierta, le expliqué la ruta y nos despedimos. Aunque no dejó de llamarme la atención que fuera para el mismo lugar que yo. Al comenzar a bajar sentí de pronto que me llamaban “joven, joven”, al ver que era el señor me devolví. Su mirada se quedó clavada en mí y cuando iba a decirme algo más se desplomó. Fue tan rápido que no entendía bien lo que pasaba, sólo atiné a dar un largo paso hacia atrás para que no cayera en mis pies. Cayó durísimo y se debe haber dado muy fuerte en la cabeza, pero no salió una gota de sangre ni saliva ni nada. Me pareció que estaba muerto, pero no tuve el coraje suficiente para comprobarlo. Así que me fui, bajé corriendo las escaleras y tomé de vuelta el metro rumbo a mi casa. Nunca sabré qué pasó ni si hubiera podido hacer más por él. Nunca dejaré de pensar que si hubiera sido mi abuelo me hubiera gustado que alguien lo ayudara.

El primer cumpleaños del hijo

Aquí va otra de las prácticas del taller de novela corta. La pauta era "una persona cuenta el primer cumpleaños de su hijo en un párrafo".

Nunca sentí que para ser una mujer completa debía ser madre. Los niños me encantan desde que tengo memoria, pero siempre supe que yo jamás pariría. Creo que hay demasiados enanos en el mundo carentes de afecto como para traer otros tantos en lugar de hacer algo por los primeros. Mi mamá siempre decía que si ella no hubiera podido tener hijos no cree que hubiera sido capaz de adoptar uno, porque tal vez nunca lo hubiera querido demasiado. Yo, en cambio, siempre supe que el amor nada tiene que ver con un tema consanguíneo. Creo que el amor se siente y ya. Yo amo a todos los niños del mundo. Yo amo a mi hijo Tomás desde el día que lo vi a través del vidrio en Fundana. Lo amó desde la primera vez que tocó mi cara. Desde la primera vez que babeo mi mano. Antes de amarlo lo amaba, porque sabía que lo amaría. Me bastó verlo para sentir que lo amaría para siempre. Desde que vivimos juntos somos más felices. Sé que se siente seguro. Sé que me mira contento cada vez que se despierta. Sé que se alegra cada vez que escucha que lo llamo. Y yo siento que el mundo se detiene cada vez que su risa inunda nuestro hogar. Hoy, que es su cumpleaños, no sólo celebro que está creciendo sano y feliz. Celebro que la vida nos juntara. Celebro que nos hayamos escogido. Celebro como se escucha decir “él es Tomás, mi hijo”.

jueves, 18 de febrero de 2010

La violencia es el arma de los que no tienen la razón

Estoy harta del país, pero sobre todo estoy harta de los actos vandálicos en la UCV. Estoy aburrida de que los violentos de siempre crean que pueden hacer lo que les da la gana sin sufrir nunca ninguna consecuencia. Lo de anoche me parece una acción totalmente despreciable. Atentar de esa forma tan cobarde contra el despacho de la Rectora de la UCV no sólo es un acto innoble, sino que es una muestra de todo lo que se ha perdido en el país. No se respeta a la gente ni a las instituciones. Los que no tienen la razón apelan por la violencia. En el último año he sido testigo e incluso víctima de los hacedores de violencia en el lugar donde estudié y donde hoy trabajo. He sido testigo de cómo se empeñan en destruir no sólo la Universidad sino también el museo que su sede representa, que es además Patrimonio Mundial de la Unesco. He sido testigo de cómo unos pocos, muy pocos, poquísimos, intentan instalar la violencia a través de actos criminales en un lugar en el que se respira pluralidad, democracia y paz. Y en el que la gente apostó, apuesta y apostará siempre por la razón, la tolerancia y el entendimiento como forma de vida y convivencia.

viernes, 5 de febrero de 2010

Aeropuerto

Esta es la segunda práctica, y creo que vale la pena aclarar que son ejercicios que nada tienen que ver con algún proyecto literario en particular.

Al terminar de subir escalera la vio. No podía dar crédito a esa imagen. Pensó que estaba atontada por tantas horas de vuelo. Que la estaba confundiendo con cualquier otro pasajero de los miles que habría a esa hora ahí. La última vez que había olido su pelo no tenía canas. Lo llevaba suelto, hasta la cintura. Era tan distinta entonces. Ahora estaba tan delgada y lo llevaba tan corto que de no haber sido por la sonrisa no la hubiera reconocido. Recordó el olor de su cuerpo, de su aliento. Había practicado tantas veces lo que le diría si volvía topársela un día cualquiera, que casi olvidó lo que quería decirle. Quiso llamarla tantas veces, escribirle, pero se contuvo tanto que pensaba que ya era un asunto olvidado. Parada allí, con la cajetilla de cigarros en la mano, y el corazón acelerado, Lucía no sabía qué hacer, qué decir. Se sintió tan abrumada que decidió seguir de largo. Apenas se dio vuelta escuchó que la llamaban.

- Lucía, Lucía espera.

Y no pudo alargar más aquel encuentro.

- ¡¿Ana?!
- Sí, pero es evidente que no te sentó nada bien.
- Claro, claro que me da gusto verte, es sólo que después de tanto tiempo…venir a encontrarnos así. Es raro. No me lo esperaba, es todo.
- Raro ha sido todo en los últimos años.
- Y ¿estás aquí de paso?
- Sí, voy a tomar un…
- Yo vivo en Vigo.
- Mmmm….
- Desde hace cinco años.
- Genial….
- Y tengo más de quince intentando…
- ¿Qué hora es?
- No he podido olvidar nuestra última conversación. No ha debido ser la última…
- Bueno podemos hablar ahora.
- Claro.
- Dime…
- Ha pasado tanto tiempo, Ana, tanto tiempo. Toda una vida, no? Y a pesar del tiempo y de los años, creo que te debo una explicación. Te mentí, yo…
- Perdona, Lucía. Debo atender esta llamada
- Claro.
- Me decías…
- Pensé en escribirte, en ir a tu casa…
- Pero no lo hiciste.
- No, por eso ahora quisiera…
- ¿Qué hora es?
- Faltan veinte para las seis…
- Perdona, deja que atienda esta llamada…
- Dale…
- Ana discúlpame, tengo que irme. Mariú lleva una hora tratando de pagar dos revistas y Lila, su hija pequeña, se está haciendo pipí, tengo que ir volando antes de que se haga encima.
- Bueno, creo que…
- Esa es la moda, hay que salir siempre con dos mudas porque se hace pipí
- Claro, tranquila.
- Lo siento. Será en otra oportunidad. En otro aeropuerto tal vez.
- Claro. Saludos a todos. Me encantó verte. De verdad me encantó verte.

Justo al terminar la despedida, Lucía escuchó que llamaban a los pasajeros del vuelo A2281 de Vueling, con destino a Marrakech, a abordar por la puerta 21. Y pensó que le hubiera encantado hacer ese viaje con Ana.

Aquel salón

Voy a ir publicando las prácticas del Taller de Novela Corta que estoy haciendo. Ésta fue la primera.


Al entrar pensé que me había equivocado de lugar. Eché un vistazo, hablé con otra persona que lucía desorientada y comprobé que estaba en el lugar correcto. En seguida apareció una jovencita que me indicó dónde quedaba el aula que buscaba. La puerta estaba abierta, así que pasé sin anunciarme. Después de los saludos de rigor sentí que el clima estaba perfecto. Quizá un poco frío, pero como llevaba abrigo no me incomodó. Sobraban demasiados pupitres. Alcancé a contar dieciséis para una audiencia que no alcanzaba llenar un tercio de las sillas. El beige y el azul de las paredes transmitían tranquilidad. La cartelera vacía fue lo que más llamó mi atención. Me sentía muy a gusto allí. Más de una vez pensé que la temperatura del aire acondicionado era ideal. El ruido de los carros que peleaban por pasar primero afuera era casi imperceptible. Había dos escritorios en el lugar, tal vez por eso el profesor no se sentó mientras duró la exposición. Tal vez no podía decidirse por alguno. Ya casi al salir descubrí un mueble equipado con un televisor, que se ocultaba a la espalda de una compañera. Sin duda aquel era un lugar particular. Al salir no pude evitar otra mirada curiosa a la cartelera vacía.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Alba People

Acabo de ver un video demasiado bueno, está hecho tipo videoclip y refleja la capacidad que tenemos los venezolanos de reírnos de nosotros mismos. De protestar hasta en chiste y de no sucumbir ante las más duras pruebas que nos ponga la vida o algún tiranillo tropical. Me gustó mucho, me hizo reír, pero me sorprendió mi propia actitud. No sé si esa es una manera de protestar o de burlarse. No sé ni siquiera si es correcto y si servirá de algo. Sólo sé que me di cuenta de que estamos peor de lo que pensamos porque igual lo vemos, tranquilazos y listo. En el fondo percibo una pasividad colectiva que está más bien orientada a "seguiremos sobreviviendo y esto durará hasta que se acabe. Nada es eterno."

Aquí está el link en el que pueden ver el video
http://www.youtube.com/watch?v=sTcR7qjhJJI&feature=player embedded