sábado, 10 de abril de 2010

Carta a mi abuela

Esta es la carta que envié al concurso Cartas de amor de Mont Blanc. No quedé entre los finalistas, pero igual jugó un papel importante en mi proceso de "cierre del dolor". Fue algo así como el punto final de la desesperación. Un ejercicio muy positivo. No es lo primero que le escribo desde que partió y quizás la escribí más para mí que para el concurso, pero igual quiero compartirla con ustedes.


Al principio contaba los días. Y es que esos fueron los días más amargos de mi vida. En ese momento todo estaba peor, confuso y revuelto. Me sentía perdida y lloraba. Y pasaba noches en vela y veía fotos y compraba flores. Luego me fui de viaje, y la pasé bien, y los días estaban estupendos, mucho calor y un sol radiante, pero las noches eran otra cosa. Me faltaba el aliento y el sueño, y hasta la fuerza para respirar se me perdía a ratos. Cómo lloré en ese viaje. Lloré en Madrid. Mi llanto se fundió con el mar en Barcelona. Lloré mi vida entera. Recuerdo que en el avión, cuando volvía de Londres, las lágrimas me sorprendieron en cuanto despegamos y, aunque hice intentos vanos por no llamar la atención, una aeromoza se me acercó para averiguar qué me pasaba y me preguntó si podía hacer algo por mí y yo le dije que no, que tranquila, que gracias, que mi abuela acababa de morir y que no había nada que se pudiera hacer. Ella me miró, y en sus ojos descubrí que entendía perfectamente lo que eso significaba. Lloré tanto y por tanto tiempo. Tenía el alma desgarrada, el corazón destruido y más de una vez desee irme contigo. No sólo me dolía haber perdido un pedazo de mi vida, a la persona que más he querido, lo más duro fue despedirme de quien más me ha querido. Eso me sigue jodiendo tanto. Pero la vida pasa, todo pasa, el dolor se transforma, aunque nunca se extingue, no se va, te habita para siempre. Pero poco a poco fue regresando el aire y las ganas y la fuerza y ya la vida no duele tanto. Y aunque las noches siguen siendo terribles, a veces hasta consigo dormir. Ya respirar no me duele. Ya recordar no me duele. Ya no me reprocho nada, ya no me doy latigazos ni me recrimino cosas. Sé que te di todo lo que tenía para dar. No me quedaron cuentas pendientes contigo. Ahora hago un esfuerzo enorme por no olvidar tu olor ni tu voz ni tu risa. Pienso en ti siempre, todos los días. Hablo contigo, te cuento, te doy las gracias. Y uso a menudo tu anillo, ese que tanto querías darme y que fue tan difícil sacar de tu dedo. Qué bellas eran tus manos, María. Qué suaves tus caricias en mi pelo. Cada vez que algo va mal, cierro los ojos y te veo. Yo sé que estás ahí, aunque no pueda tocarte. Te siento cerquita aunque no pueda abrazarte. Siempre recuerdo aquella tarde de domingo, cuando estando en tu casa mi mamá, tú y yo, de pronto comenzamos a reírnos como dos niñas pequeñas (cómo te reías con mis vainas, y aunque odiabas que te “tomara el pelo” cómo nos divertíamos) y en un momento equis no sé cómo ni por qué, fue así, de pronto, tomaste mi mano, me miraste, me tocaste la cara y me pediste que te recordara así. Que no sufriera. Que el momento se acercaba. Que me quedara con esa imagen congelada. Que el amor era eso, y que nuestra historia estaba llena de amor. Así que me quedo con eso. Me quedo con mis viajes al pasado, me conformo con verte en mis sueños hasta que volvamos a encontrarnos.

Hasta entonces “mi abuela”,

M.

1 comentario:

  1. Chama, te juro que si no fuera porque yo también participé le escribiría a Mont Blanc. Porque, tú leíste las demás cartas? Coño, no lo digo más publicamente porque sé que voy a quedar como "sore looser" pero chama, salvo dos o tres, lo que escogieron es una porquería. Hay una que hasta mal redactada está.
    En todo caso, tu carta me sacó lágrimas, ninguna de las otras, salvo quizás el comienzo de la del Sr. Gutierrez lo hizo.
    Igual mari, lo más importante es el proceso de uno. Los concursos, al final del día y te lo digo porque yo he organizado muchos, no siempre reflejan lo mejor. Y menos este que encima de todo no es anónimo. Quizás el año que viene pongan a los escritores a desfilar en traje de baño.

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