viernes, 5 de febrero de 2010

Aeropuerto

Esta es la segunda práctica, y creo que vale la pena aclarar que son ejercicios que nada tienen que ver con algún proyecto literario en particular.

Al terminar de subir escalera la vio. No podía dar crédito a esa imagen. Pensó que estaba atontada por tantas horas de vuelo. Que la estaba confundiendo con cualquier otro pasajero de los miles que habría a esa hora ahí. La última vez que había olido su pelo no tenía canas. Lo llevaba suelto, hasta la cintura. Era tan distinta entonces. Ahora estaba tan delgada y lo llevaba tan corto que de no haber sido por la sonrisa no la hubiera reconocido. Recordó el olor de su cuerpo, de su aliento. Había practicado tantas veces lo que le diría si volvía topársela un día cualquiera, que casi olvidó lo que quería decirle. Quiso llamarla tantas veces, escribirle, pero se contuvo tanto que pensaba que ya era un asunto olvidado. Parada allí, con la cajetilla de cigarros en la mano, y el corazón acelerado, Lucía no sabía qué hacer, qué decir. Se sintió tan abrumada que decidió seguir de largo. Apenas se dio vuelta escuchó que la llamaban.

- Lucía, Lucía espera.

Y no pudo alargar más aquel encuentro.

- ¡¿Ana?!
- Sí, pero es evidente que no te sentó nada bien.
- Claro, claro que me da gusto verte, es sólo que después de tanto tiempo…venir a encontrarnos así. Es raro. No me lo esperaba, es todo.
- Raro ha sido todo en los últimos años.
- Y ¿estás aquí de paso?
- Sí, voy a tomar un…
- Yo vivo en Vigo.
- Mmmm….
- Desde hace cinco años.
- Genial….
- Y tengo más de quince intentando…
- ¿Qué hora es?
- No he podido olvidar nuestra última conversación. No ha debido ser la última…
- Bueno podemos hablar ahora.
- Claro.
- Dime…
- Ha pasado tanto tiempo, Ana, tanto tiempo. Toda una vida, no? Y a pesar del tiempo y de los años, creo que te debo una explicación. Te mentí, yo…
- Perdona, Lucía. Debo atender esta llamada
- Claro.
- Me decías…
- Pensé en escribirte, en ir a tu casa…
- Pero no lo hiciste.
- No, por eso ahora quisiera…
- ¿Qué hora es?
- Faltan veinte para las seis…
- Perdona, deja que atienda esta llamada…
- Dale…
- Ana discúlpame, tengo que irme. Mariú lleva una hora tratando de pagar dos revistas y Lila, su hija pequeña, se está haciendo pipí, tengo que ir volando antes de que se haga encima.
- Bueno, creo que…
- Esa es la moda, hay que salir siempre con dos mudas porque se hace pipí
- Claro, tranquila.
- Lo siento. Será en otra oportunidad. En otro aeropuerto tal vez.
- Claro. Saludos a todos. Me encantó verte. De verdad me encantó verte.

Justo al terminar la despedida, Lucía escuchó que llamaban a los pasajeros del vuelo A2281 de Vueling, con destino a Marrakech, a abordar por la puerta 21. Y pensó que le hubiera encantado hacer ese viaje con Ana.

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