miércoles, 13 de enero de 2010

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La verdad es que soy una persona bastante optimista. Veo el vaso medio lleno en lugar de medio vacío. Aunque esté nublado siempre apuesto por que saldrá el sol. Me río de mí misma constantemente, tal vez para no llorar, y aunque el alma esté destruida trato de no perder la sonrisa. Pero, francamente, en los últimos días se me ha vuelto muy difícil seguir creyendo, mantener la apuesta alta, se me ha vuelto todo un reto el optimismo. Aunque tengo mil razones para pensar que la cosa va por buen camino, el racionamiento de luz, agua, y pare usted de contar, pero sobre todo de voluntades y cerebros me está haciendo perder la fe.

Y es que cómo ver la luz al final del túnel, así facilito, cuando anoche, vía telefónica y por el canal de "todos los venezolanos" escucho al presidente (me ahorro la mayúscula porque no se la merece) diciendo muerto de la risa que le sabe a casabe lo que diga cualquier escuálido (a los que ellos ahora llaman pluscuálidos, vaya a saber Dios por qué), le da plin cualquier análisis serio de la situación del país y de la ineficiencia de los funcionarios porque, finalmente, la oposición no es más que un "tarrito de pupú", una "compota de pupú". Y en ese momento todos mis argumentos en su contra se quedaron congelados por segundos y pensé que definitivamente va importando poco el tipo de cambio, o el cambio del tipo, porque tenemos los gobernantes que nos merecemos, porque somos un pobre y triste pueblo que se acostumbró a que le escupan la cara, le metan el dedo en el culo y todavía le pidan que dé las gracias.

1 comentario:

  1. Así es...Chávez es nuestra fachada cultural...la verdaz duele.

    Tus posts hacen que me sienta aún más orgullosa de tí..

    Un beso,

    C.

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