viernes, 20 de mayo de 2011

Correr bajo la lluvia

Hoy llegué al parque tempranito y arrancó a llover. Decidí quedarme, mojarme, correr bajo la lluvia. Como los niñitos, que adoran bañarse con manguera o salir al jardín cuando llueve, disfruté un montón. En mitad de la primera vuelta me cuestioné si era una imprudencia, si acabaría enferma, pero deseché en segundos esos pensamientos, poco me importaron. Estaba muy contenta. Aceleré el paso. Incluso di dos vueltas. Terminé mi entrenamiento de acuerdo lo previsto pero salpicado de alegría, húmedo, salado. Sólo entonces advertí que empaparía el asiento del carro. Tampoco me importó. Corrí feliz, ligera, saboreando las gotas que corrían por mi cara. Fue maravilloso, rico, pleno. Decidí entonces saciar el antojo de la semana, y me fui a la panadería de costumbre a comerme ese cachito con el que estaba soñando desde el lunes. Como diría Beatriz, el verbo cundir es un bonito verbo, y al salir del parque en mí cundía la alegría.

No importa qué edad tengamos, nunca es demasiado tarde ni estamos demasiado viejos para disfrutar un palo de agua, cantar, saltar o correr bajo la lluvia es una experiencia que nadie debería perderse.

jueves, 19 de mayo de 2011

Dos años

Hoy es un día importante. Ya son dos años en esta ruta hacia la delgadez, hacia una vida nueva. Son 730 días, muchos kilos menos y ahora full ejercicio. Ha pasado de todo en estos meses, algunas cosas buenas, otras no tan buenas y otras más bien malas, tristes, dolorosas. He descubierto maravillas en estos 24 meses, ahora hasta participo en carreras 5, 10 y 12.5 K. Me apasiona correr, sudar, drenar, descargar, eliminar toxinas. Estoy vacilando muchísimo esta etapa. Hasta estoy madrugando para tal fin (cuándo en mi vida?). Estoy contenta, atenta, satisfecha. Estoy pendiente de lo que como, de los excesos, de no pasarme de la raya. Estoy disfrutando las nuevas tallas en las que ahora logro acomodarme. Duermo mejor, sonrío más, soy más feliz. Cuando uno se ha sudado cada paso, cada aproximación a la meta, y finalmente llegas y abrazas el objetivo la cosa es mucho más sabrosa. Se disfruta más, provoca comérsela de a poquito, despacito.
Nada, que hoy celebro de nuevo casi un cumpleaños y quise compartirlo con ustedes.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Sobre la vejez

He estado pensando mucho en la vejez. He estado en contacto muy recientemente con personas mayores, enfermas y desvalidas, cuya situación me ha hecho reflexionar sobre ese tema. Naturalmente, si no se interponen en el camino enfermedades tempranas, accidentes mortales o lesiones inesperadas, envejecer es lo que a todos nos espera. Y no me preocupa la vejez como número, cumplir más años, no se trata de la edad. Se trata de los padecimientos y limitaciones que están a ella asociados. No poder valerme por mi misma es algo que me aterra. Perder la razón, el simple hecho de pensarlo, me espanta.

Es cierto que muchas personas tienen una vejez tranquila, sin demasiadas complicaciones, más bien feliz y rodeada de hijos, nietos y seres queridos. Pero también hay otro grupo confinado al olvido, que no recibe atención ni cariño. Excepto para los hijos, y eso cuando la cosecha sale buena, los viejos (o los ancianos, como diría Beatriz) son vistos como una carga, como un bulto que todos quieren esquivar. Llegar solo a la vejez, a la ancianidad, debe ser sin duda la mayor de las tragedias.

En la plenitud de la vida, en el furor de la lozanía y del éxito muy probablemente ese territorio inexplorado es por muchos visto como un lugar lejano en el que ni siquiera vale la pena pensar, una preocupación absurda cuando falta tanto para que llegue. Y resulta que hay que pensar en eso. Hay que trabajar para ir atesorando afectos y solvencia económica que ayuden a responder cuando llegue el momento.

A veces pienso que la decisión de no tener hijos pudiera oscurecer más ese panorama, aunque tenerlos tampoco sea garantía de nada. Lo que siento es que ahí si juega la pareja un papel fundamental, pero eso es algo en lo que también hay que trabajar. Trabajar con ahínco y entrega, abonar el terreno del amor, la honestidad, la fidelidad y la confianza para no envidiar el huerto ajeno llegado el momento.

Muchas personas temen envejecer solas, pero no hacen nada para remediarlo. Le echan la culpa a la suerte, a la mala en este caso, y no entienden que el problema está dentro de ellas. Que nada es gratis. Ni siquiera el amor. Que nadie se merece aquello por lo cual no ha trabajado y que sólo se puede recibir a cambio lo que se ha dado.

Y el tiempo, el tiempo pasa muy deprisa, no espera a nadie.