jueves, 10 de mayo de 2018

Historias del parque

Hoy, mientras corría en el parque como todos los días, alcancé  a escuchar una conversación que casi me hace parar en seco e intervenir. No lo hice, pero las palabras que escuché siguen retumbando en mi cabeza.

Un chico joven, de treinta años exactos para más señas, movía una correa de perro entre sus manos y gesticulaba violentamente mientras decía - visiblemente contrariado-: "No, es que estoy mamado ¡Es imposible lidiar con una anciana! No se puede, y menos cuando tienes treinta años". 

Hablaba, con quien supe a los pocos instantes era su madre. Y no fue difícil concluir que se quejaba de su abuela. 

La pobre madre no respondió nada. Si esas palabras se clavaron en mi cabeza con tanta fuerza, no alcanzo a imaginar el daño que hicieron en el corazón de ella.  

La imaginé inmediatamente recordando las cientos de veces en que "la anciana" cuidó  amorosamente a ese niño, que es hoy un adulto descorazonado, egoísta e insensible. Las otras tantas en las que soportó sus pataletas amorosamente, las ocasiones en las que lo llevó  a la escuela o aquella en la que lo enseñó a cruzar la calle.

Esa anciana, seguramente fue pieza fundamental para que esa señora, que hoy recibía gritos en el parque, pudiese sacar a ese hombre -que seguramente nunca fue un niño y tampoco llegará a viejo-  adelante. 

Terminé de darle la vuelta al parque mientras me debatía entre acercarme a la señora y expresarle mi solidaridad (ante la mala fortuna que había tenido en la lotería de los retoños), dirigirme a él directamente y decirle lo que creo que se merecía o seguir mi camino.

Decidí seguir mi camino.

Y ahora que termino estas líneas, caigo en que sólo faltan tres días para el Día de la Madre y yo daría lo que fuera por celebrarlo con la mía y con esa anciana que tanto amor y tanta vida me dejó, tanta alegría y tantos recuerdos hermosos en los que hoy me refugio. 

Esa que tanto tuvo que lidiar conmigo, y tan poco tiempo me dio a mí para lidiar con ella.

Ojalá  pudiese cambiarme con ese arrogante, y tener a mi abuela conmigo para que me siguiera dando guerra.

También pienso en el día tan triste que pasarán el domingo en esa casa.