jueves, 10 de diciembre de 2009

Zas

Todo iba de maravilla. Estábamos contentas cuadrando los detalles de lo que sería nuestra tarde juntas y de repente zas, de un soplido se acabó la magia, el encanto. Una palabra suelta, luego una frase, una oración completa llena de malos entendidos y todo se dañó. Nos sumergimos en una batalla encarnizada de expresiones atropelladas, hablamos (y de más) cuando debíamos callar y todo se fue al traste. Ahora estoy aquí sentada frente a la computadora, con un sinsabor tremendo, con ganas de salir corriendo, de largarme de aquí, de mandar todo al traste y repasando la cosa tan absurda que acaba de pasar. Las palabras, ay las palabras, lo malo de ellas es que una vez pronunciadas no se pueden recoger. Qué cosa tan seria. Qué vaina tan arrecha cuando dejamos de escuchar y nos embarcamos en una lucha de poder estúpida para ver quién es más agrio y hiere más. Para ver quién tiene la última palabra. Y lo que se ha ido construyendo poco a poco, con paciencia, a lo largo de los años queda de pronto marcado para siempre en un minuto. Qué bolas, pana. Qué cagada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario