La vida pasa también en los parques. Un perfecto maridaje de
verdes y amarillos, en distintas tonalidades, adornan las hojas de los árboles un jueves
cualquiera de primavera. Los pájaros trinan. Los amantes se rozan, se estrujan,
se besan. La gente mayor pasea y observa, siempre bien sujeta a su bastón. Yo
leo. Leo, pero no pierdo de vista a los amantes, a los pájaros ni a los viejos.
Hay más perros que personas. Hay personas que tratan a esos perros como
hijos. Les tiran la pelota, les ríen las gracias y, sobre todo, los
presumen, los muestran. Se escucha alguna paloma celosa, que intenta que su
canto se eleve por encima del trinar de los muchos pájaros que inundan el parque,
pero no lo logra. O sí, a ratos.
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