viernes, 20 de mayo de 2011

Correr bajo la lluvia

Hoy llegué al parque tempranito y arrancó a llover. Decidí quedarme, mojarme, correr bajo la lluvia. Como los niñitos, que adoran bañarse con manguera o salir al jardín cuando llueve, disfruté un montón. En mitad de la primera vuelta me cuestioné si era una imprudencia, si acabaría enferma, pero deseché en segundos esos pensamientos, poco me importaron. Estaba muy contenta. Aceleré el paso. Incluso di dos vueltas. Terminé mi entrenamiento de acuerdo lo previsto pero salpicado de alegría, húmedo, salado. Sólo entonces advertí que empaparía el asiento del carro. Tampoco me importó. Corrí feliz, ligera, saboreando las gotas que corrían por mi cara. Fue maravilloso, rico, pleno. Decidí entonces saciar el antojo de la semana, y me fui a la panadería de costumbre a comerme ese cachito con el que estaba soñando desde el lunes. Como diría Beatriz, el verbo cundir es un bonito verbo, y al salir del parque en mí cundía la alegría.

No importa qué edad tengamos, nunca es demasiado tarde ni estamos demasiado viejos para disfrutar un palo de agua, cantar, saltar o correr bajo la lluvia es una experiencia que nadie debería perderse.

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