Hoy,
mientras corría en el parque como todos los días, alcancé a escuchar
una conversación que casi me hace parar en seco e intervenir. No lo
hice, pero las palabras que escuché siguen retumbando en mi cabeza.
Un
chico joven, de treinta años exactos para más señas, movía una correa
de perro entre sus manos y gesticulaba violentamente mientras decía -
visiblemente contrariado-: "No, es que estoy mamado ¡Es imposible lidiar
con una anciana! No se puede, y menos cuando tienes treinta años".
Hablaba, con quien supe a los pocos instantes era su madre. Y no fue difícil concluir que se quejaba de su abuela.
La
pobre madre no respondió nada. Si esas palabras se clavaron en mi
cabeza con tanta fuerza, no alcanzo a imaginar el daño que hicieron en
el corazón de ella.
La
imaginé inmediatamente recordando las cientos de veces en que "la
anciana" cuidó amorosamente a ese niño, que es hoy un adulto
descorazonado, egoísta e insensible. Las otras tantas en las que soportó
sus pataletas amorosamente, las ocasiones en las que lo llevó a la
escuela o aquella en la que lo enseñó a cruzar la calle.
Esa
anciana, seguramente fue pieza fundamental para que esa señora, que hoy
recibía gritos en el parque, pudiese sacar a ese hombre -que
seguramente nunca fue un niño y tampoco llegará a viejo- adelante.
Terminé
de darle la vuelta al parque mientras me debatía entre acercarme a la
señora y expresarle mi solidaridad (ante la mala fortuna que había
tenido en la lotería de los retoños), dirigirme a él directamente y
decirle lo que creo que se merecía o seguir mi camino.
Decidí seguir mi camino.
Y
ahora que termino estas líneas, caigo en que sólo faltan tres días para
el Día de la Madre y yo daría lo que fuera por celebrarlo con la mía y
con esa anciana que tanto amor y tanta vida me dejó, tanta alegría y
tantos recuerdos hermosos en los que hoy me refugio.
Esa que tanto tuvo que lidiar conmigo, y tan poco tiempo me dio a mí para lidiar con ella.
Ojalá pudiese cambiarme con ese arrogante, y tener a mi abuela conmigo para que me siguiera dando guerra.
También pienso en el día tan triste que pasarán el domingo en esa casa.