Tengo 19 años viviendo en primera persona, como venezolana, la
tragedia que ha sido para Venezuela el arribo al poder del chavismo. Hoy, como
colombiana, me toca vivir la polarización en Colombia por el acuerdo de paz y
la incorporación al mundo de la política por parte de las FARC. Algunos se
empeñan en trazar paralelismos entre los dos procesos, para mí muy distintos.
El chavismo llegó al poder en medio de una importante convulsión social, económica y política y,
sobre todo, con el absoluto respaldo de influyentes intelectuales, periodistas,
medios de comunicación y grandes fortunas de Venezuela. En Colombia, sin embargo,
las FARC se incorporan a la política tras medio siglo de conflicto armado,
lágrimas, sangre y cuatro años de negociación con el Gobierno.
Las FARC tomaron
la decisión de abandonar el camino de la violencia, las armas y la muerte e
incorporarse a la vida política colombiana como partido político; sin el
respaldo de los medios ni del poder económico del país ¿Había otro camino? No
lo sé, porque ya casi todos habían sido transitados. ¿Se hubiese podido lograr
un acuerdo mejor? Probablemente, pero yo los prefiero desarmados y lejos del
crimen.
Naturalmente, hay miedo en un amplio sector de la población. Miedo
a que vuelvan a la lucha armada, a que no cumplan su palabra, a que sigan en el
ilegal y lucrativo negocio del narcotráfico, pero a mí lo que me asusta es que
la gente, el pueblo, que millones de
colombianos les otorguen ese poder por el que han peleado durante tantos años,
pero ahora dentro de los límites de la ley, a través del voto.
Eso es lo que me asusta, la gente. No las FARC.